diumenge, 31 de maig del 2009

ALEMANIA DESDE LA REVOLUCIÓN FRANCESA


Federico Guillermo III, rey de Prusia y elector de Brandemburgo


Creo interesante realizar, a breves trazos, un comentario sobre la evolución que sufrió Alemania a partir de 1789, año de la revolución francesa, y que cambiarían el mapa y la historia de Europa, influyendo en el futuro de la monarquía austríaca.
Empezaremos diciendo que una fracción importante de la inteligencia alemana acogió favorablemente la Revolución de 1789, aunque fue alejándose de la misma al comprobar que giraba hacía un carácter terrorista y expansionista. Si bien es cierto que los ejércitos franceses fueron aclamados por un pequeño número de intelectuales (como en Maguncia), la opinión pública se mostró bastante pasiva ante las guerras dinásticas contra la Francia revolucionaria. Finalmente todas estas guerras conllevaron a la anexión por Francia de la orilla izquierda del río Rin, anexión que tuvieron que reconocer tanto Prusia (Tratado de Basilea de 1795) como el imperio austríaco (Tratado de Lunéville de 1801), pasando a manos francesas territorios históricos del sacro imperio. Pero no acabó aquí la cosa, en la dieta de Ratisbona (1802) se simplificó el mapa político de Alemania, siempre en beneficio de los "clientes" alemanes de Francia, eliminando principados y anexandolos a otros estados. Finalmente, como ya hemos indicado en otras ocasiones, se llegó a la desaparición del Sacro Imperio romano-germánico en 1805, y se creó la confederación del Rin, cuyo jefes de estado (los reyes de Baviera y Wurtembureg, el gran duque de Baden, etc...) estaban unidos por matrimonio a la dinastía napoleónica y buscaron, al igual que en Francia, una modernización de las instituciones y de la sociedad, mimetizandose con las reformas francesas pero siempre bajo el espíritu del despotismo ilustrado.

De todas formas, la obra napoleónica sólo tuvo una existencia efímera, ya que en el conjunto de países conquistados o amenazados de serlo, explotó una viva reacción patriótica, la cual se apoyó en la resurrección del pensamiento nacional y en el romanticismo, el cual oponía el igualitarismo abstracto de los franceses al valor de la historia, a la comparación del estado a un organismo vivo y al respeto de las jerarquías sociales.

Pero la orientación que tomó todo este movimiento de liberación fue lo que inquietó, cuando cayó Napoleón, a los partidarios del Antiguo Régimen.



Maximiliano I, elector y primer rey de Baviera


De esta manera y preocupado ente todo de restablecer en Alemania el dominio de Austria, en el congreso de Viena de 1815 el canciller austríaco Metternich se erigió en defensor de la reorganización de Alemania bajo la forma de na confederación de 38 estados, con un solo organismo común, una dieta formada por los delegados de los respectivos gobiernos y presidida por Austria, en la que, finalmente, sería necesaria la unanimidad para todas las grandes decisiones. En el pensamiento de Metternich, para quien el equilibrio entre los estados y en el interior de éstos constituía el eje de su "sistema", era importante preservar a Alemania (y a Italia, donde los Habsburgo tenían intereses) de toda evolución hacia las ideas unitarias y constitucionales; por ello era necesario que los soberanos, reunidos periódicamente en asamblea, crearan una policía internacional contra la revolución, que actuara como un mitológica hidra dispuesta a engullirlo todo a su paso. En este afán de preservar el orden monárquico (y con ello la existencia de la misma Austria) y la jerarquía aristocrática, lo que sólo podía garantizarse mediante un estrecho entendimiento entre Austria y Prusia, Metternich podía apoyarse en la necesidad de paz tras las guerras napoleónicas y en la orientación conservadora de la sociedad influida por los efectos del romanticismo así como con el despertar religioso de los pueblos (tanto católicos como protestante).



Príncipe de Metternich, canciller de Austria


De este modo, y bajo la influencia de Metternich, la obra reformadora en Prusia (iniciada durante la etapa napoleónica) quedo totalmente detenida. Pero en toda Alemania ya empezaban a trabajar una fuerzas progresistas a menudo de forma exaltada, como el caso de la Burschenschaft (organización patriótica estudiantil alemana), las cuales chocaron repetidamente con la brutal represión policíaca y la censura establecidas por Metternich. No obstante, y aprovechando el hecho de que los soberanos de la Alemania de sur habían dado su conformidad a unas constituciones para unificar bajo idénticas leyes territorios hasta entonces dispares, un cierto número de burgueses liberales se aferraron a estas nuevas instituciones para orientarlas en favor del constitucionalismo, ya fuera según el patrón francés o el patrón de autogobierno británico, y aunque se corrió el riesgo del radicalismo de dichas posturas los medios de represión de los soberanos lo impidieron.


Fracisco I emperador de Austria y último emperador del Sacro Imperio

divendres, 1 de maig del 2009

LA GUERRA AUSTRO-PRUSIANA. EL DESENLACE FINAL

Cuadro sobre la batalla de Sadowa

¿Qué decisión tomará Napoleón III?. Francia estaba dividida en esta guerra: el emperador Napoleón era favorable a Prusia y, en cambio, la emperatriz Eugenia apoyaba incondicionalmente a la católica Austria por el miedo que le despertó el enorme potencial bélico prusiano en la batalla de Sadowa y el temor a una posible invasión de Francia en cualquier momento, "cualquier noche nos acostamos franceses y nos levantamos prusianos" dirá Eugenia, aunque no logrará convencer ni al gobierno francés ni a su marido, ya que este último teme cualquier enfrentamiento con el ejercito prusiano.
El 2 de julio, la víspera de la batalla de Sadowa, Francisco José de Austria pedirá a Napoleón III que obtenga el armisticio en Italia y firme el tratado de cesión de Venecia para que, de este modo, Francia ocupe el territorio veneciano y Austria se vea libre de posibles trampas de los italianos si son ellos los que ocupan Venecia. El emperador austríaco es de la opinión que es mejor ceder Venecia a perder territorios alemanes.

Austria (rojo) y sus aliados (rosa) Prusia (azul marino) y sus aliados (azul celeste)
En verde los estados neutrales

Austria (rojo) sus aliados (rosa). Prusia (azul oscuro) y sus adquisiciones territoriales (azul celeste) tras la guerra


Napoleón III declarará: "Hemos ganado Venecia para otros y, en cambio, hemos perdido Renania", y a ello el conde Fleury replicará : "No hemos perdido absolutamente nada, sire; por el contrario, es ahora o nunca cuando tenemos la oportunidad de reconstruir el mapa de Europa".

Así, pues, el emperador francés tendrá que decidir entre ceder a la "encantadora" diplomacia de Guillermo I y a una paz inmediata, que podría llevar a una guerra inminente entre Francia y Alemania; o bien aliarse con Austria para frenar las ambiciones prusianas e italianas, con el peligro de entrar en guerra con ambas naciones. Para evitar problemas, Napoleón negociará en detrimento de Austria, con lo cual va a ayudar a la creación de una gran Prusia. Comunicará al embajador austríaco en París su postura y recomendará a Austria el que acepte el armisticio que pueda ofrecerle Prusia.

Eugenia, emperatriz de los franceses

Para la firma del armisticio Prusia exigirá la aceptación de unos preliminares de Paz, en los cuales será condición sine qua non la salida de Austria de la Confederación Germánica, porque, para Prusia, el resto carecerá de toda importancia. El resto de lo preliminares, básicamente, serán los siguientes:
-Se respetará la integridad territorial del imperio austríaco, salvo Venecia que ya que sido cedida.
-El pago de una indemnización de 20 millones de florines por parte de Austria a Prusia.

Francia, con el apoyo de Bismarck, va a ayudar a que se cumplan estas condiciones y a convencer al rey prusiano Guillermo I a que renuncie a Bohemia (ya que quería anexarla a Prusia). Bismarck hará ver a su soberano la conveniencia de respetar la integridad territorial de Austria ya que en un futuro puede ser una valiosa aliada.


Kaiserin Elisabeth de Austria

Recapitulando, hemos de decir que tras la derrota en Sadowa el ambiente en Viena estaba muy enrarecido. Cada día llegan a la capital imperial miles de heridos en la guerra, a los cuales consolará la emperatriz Elisabeth, ganandose las simpatías de sus súbditos. En cambio el emperador Francisco José se ha hecho muy impopular, ya que la opinión pública lo acusa como el culpable de los desastres de la guerra.
En Viena empieza a cundir el pánico ante una inminente ocupación prusiana de la ciudad. La familia imperial (con la excepción de la madre del emperador, la archiduquesa Sofia) y el gobierno se trasladan a Budapest el 9 de julio. También huyen de la ciudad las clases acomodadas.
Es tal la situación en el imperio que ante el temor de una insurrección húngara, la emperatriz Elisabeth sugiere a Francisco José que nombre al húngaro Andrássy ministro de Asuntos Exteriores para, así, lograr el apoyo de los liberales húngaros, pero el emperador no lo hará por miedo a un posible régimen constitucional.

Imagen de las tropas prusianas ante Sadowa

Finalmente Francisco José cayó en la trampa tendida por Bismarck y concertó una paz aceptable tras la simple derrota de Sadowa. La realidad era que el ejercito prusiano estaba diezmado por una epidemia de cólera y además, económicamente, Prusia no era capaz de financiar una guerra larga a la vez que militarmente no había nada realmente decidido, tan sólo una importante batalla pérdida por Austria. Así pues, de esta manera, Francisco José selló el destino de los Habsburgo, dejando de ser los árbitros de Alemania, y a partir de ahora la monarquía no tendría otro espacio que administrar que el situado entre Alemania y Rusia, es decir, sus propios estados.

El rey de Sajonia Juan I

El 27 de julio se ratificó la convención del armisticio, el cual entró en vigor el 2 de agosto. Con la firma del mismo, Prusia recibirá:

-20 millones de florines
-Se anexionará Hannover, Hesse-Kassel, Frankfourt, Schleswig y Holstein.
-Organizará una Confederación de estados de Alemania del norte
-Y logrará que Austria quede definitivamente excluida de Alemania-

De todas manera, y como una cuestión de honor por la ayuda recibida, Austria exigirá para la firma del armisticio que Prusia no se anexione el reino de Sajonia, condición que finalmente será aceptada por Prusia.

De esta manera los Habsburgo se verán expulsados tanto de Italia como de Alemania, cuna de su verdadera casa y su verdadera razón de ser.

dimecres, 1 d’abril del 2009

LA GUERRA AUSTRO-PRUSIANA

"Tempus Fugit" obra de Mila F. que quiere reflejar el fin de una época


Tras el post "Vientos de Guerra", en el que expliqué las causas inmediatas de la denominada Guerra de las Siete Semanas, analizaremos como se desarrolló la guerra.
El imperio austríaco, poco antes de la guerra, cree que no lo tiene todo perdido: al lograr el acuerdo secreto con Francia, el frente italiano quedará en un segundo plano, aunque tendrá que mantener parte del ejercito en el sur de los Alpes en lugar de estar disponibles para la lucha con Prusia.
Las tropas de ambos combatientes estaban bastante igualadas, el ejercito de Austria contaba con unos 528.000 hombres (en el año 1866), de los cuales unos 460.000 ya estaban listos para entrar en combate inmediatamente; aunque Austria no podía disponer de todos ellos para la guerra, ya que tenía que mantener un importante contingente de tropas para mantener las plazas fuertes del imperio limítrofes con Italia y Alemania, además no podía dejar ni la ciudad imperial de Viena ni Budapest (y con ella a toda Hungría) sin fuerzas para defenderlas. Debido a ello, el cuerpo de batalla austríaco era de apenas 300.000 hombres, que se repartían en 10 cuerpos de ejército y 5 divisiones de caballería. Además el imperio tendrá que dividir estas tropas en dos frentes:

-Uno al norte, de unos 238.000 hombres, dirigidos por el general Benedek.
-Otro al sur, de unos 74.000 hombres, dirigidos por el archiduque Alberto.

Por su parte, Prusia disponía de unos 320.000 hombres, de los cuales 30.000 eran de caballería, repartidos en 4 ejércitos y una reserva estratégica dispuesta a entrar en combate en cualquier momento.

De todas maneras, las fuerzas en el norte no son desproporcionadas, ya que Austria podrá sumar a su ejército las tropas de la Confederación que se han aliado con ella (las de Hannover, Hesse, Baviera, Sajonia, etc.). Pero, claro esta, el número de soldados no lo es todo, ya que el ejército imperial austríaco no había adaptado las nuevas innovaciones técnicas en su material bélico, y ello debido tanto a una falta de recursos dinerarios casi congénita y a la ceguera de sus tradicionalistas mandos militares. En cambio Prusia había modernizado todo su ejército, logrando que esta fuera una eficaz máquina de guerra.
A esta diferencia que inclinaba la balanza a favor de Prusia, había que añadir el entrenamiento de las tropas: los prusianos hacían ejercicios de tiro con 5 veces más cartuchos que los austríacos (con lo cual su puntería era mejor), además de participar asiduamente en maniobras militares de entrenamiento. En cambio en Austria se contentaban con realizar vistosos desfiles y simples ejercicios de regimiento. A pesar de todo esto, la artillería austríaca era mucho más moderna que la prusiana y con un alcance de destrucción mucho mayor. Pero lo más lamentable es que el estado mayor austríaco seguía pensando que las victorias sólo se logran mediante arriesgados ataques de bayoneta, y de este modo mientras Prusia dotará a su ejército con fusiles de carga por la culata, en el ejército de Austria seguirán usando el fusil de carga por la boca, y debido a ello las bajas imperiales serán muy numerosas debido a la rapidez de disparo de los fusiles prusianos.

La dirección de los ejércitos volverá a ser otro fallo de Austria, porque de los 208 generales con los que cuenta el imperio, sólo 2 son unos verdaderos comandantes eficaces: el general Benedek y el archiduque Alberto. Y el gobierno, junto al alto mando austríaco, volverán a decidir mal: el archiduque Alberto propone un plan ofensivo audaz que le llevaría a Berlín con el apoyo de los sajones, pero al ser un Habsburgo no querrán que asuma una posible derrota que podría perjudicar la imagen de la dinastía, así que decidirán enviarlo al frente del sur a luchar contra los italianos. En cambio Benedek, que conoce perfectamente el terreno en el norte de Italia, será enviado al norte, en el frente alemán.

Víctor Manuel II, primer rey de la Italia unificada

Será una guerra distinta a las demás, que se desarrollará en cuatro frentes: tres terrestres y un frente marítimo. El frente marítimo será en el mar Adriático, donde se enfrentarán las marinas del joven reino de Italia y las fuerzas de la milenaria dinastía Habsburgo. La modesta marina imperial austríaca será mucho más eficaz que la italiana. Los tres escenarios terrestres serán: Alemania, Venecia y Bohemia, y en esta última se decidirá la guerra.

Todo esta preparado y el engranaje militar de todas las potencias en marcha. El cuarto ejército prusiano tendrá la misión de neutralizar a las tropas de la Confederación Germánica, aliadas de Austria. De este modo el general prusiano Von Falkenstein invadirá el reino de Hannover el 15 de junio, corriendo la misma suerte, poco más tarde, Hesse; en la batalla de Bad Rissinger los prusianos derrotarán a las tropas bávaras y tan sólo quedarán en escena Austria y las tropas sajonas.

Los italianos no tendrán la misma suerte que los prusianos. El ejército italiano, comandado por el general La Marmora, es derrotado en Custozza por el archiduque Alberto, con lo cual la moral de las tropas austríacas aumentará; aunque lo lamentable de toda esta situación es que dichas tropas, incluido el archiduque, no saben que, debido al pacto secreto entre Francisco José I y Napoleón III, Venecia está pérdida de antemano y (siempre bajo las teorías del emperador austríaco) se debe luchar sólo por defender el honor.
Los italianos volverán a ser derrotados en la batalla naval de Lisa, el 20 de julio, a pesar de la inferioridad naval austríaca, pero con unos mandos experimentados y excelentes frente a una clara inoperancia militar italiana. De este modo, Italia es expulsada de la guerra.

Será en este momento cuando los prusianos decidirán volcar toda su fuerza en Bohemia y atacar Sadowa, donde se encuentran los tres cuerpos del ejército austríaco y el ejército sajón que se había refugiado en Sadowa tras la invasión del reino de Sajonia por los austríacos (por defender a Austria, Sajonia había quedado indefensa y había sido ocupada por los prusianos). Los prusianos, gracias a unas tácticas militares superiores y gracias también a la poca previsión militar del general Benedek, derrotarán a las tropas austro-sajonas. De este modo, en Sadowa, el tres de julio se ha perdido una importante batalla, pero ¿ha perdido la guerra el emperador Francisco José?. Hay que tener en cuenta que los prusianos están tan sólo a 3 semanas de Viena, aunque en caso necesario se puede trasladar la capital a Budapest y seguir la lucha en Hungria. Pero, a estas alturas, la guerra depende más de lo que piense Francisco José y de la opinión de Viena y Budapest y, sobre todo, de lo que decida Napoleón III que, al menos durante unos pocos días, será quien tenga el destino de Europa en sus manos.

Cuadro "Batalla Naval de Lissa" de Carl Frederik Sorensen

diumenge, 1 de març del 2009

EL ÚLTIMO SOBERANO HABSBURGO (2)


Carlos, Zita y el principe heredero Otto

Al nuevo emperador, los comienzos de 1917 le parecieron óptimos para intentar negociar con Francia unas condiciones de paz. En abril de este mismo año intentó desbloquear la conferencia austro-alemana de Kreuznach, estando dispuesto a ceder Galitzia a una futura nación polaca y, por el bien de la paz, Alemania debería restituir a Francia Alsacia y Lorena, pero, como era de preveer, el gobierno germano se negó en rotundo.
Tras este fracaso, Carlos I confió una misión secreta a su cuñado, el príncipe Sixto de Borbón-Parma. Sixto, usando como pretexto el visitar a su madre en Suiza, hizo de correo entre París y Viena. En una de estas cartas, el emperador se comprometía a apoyar "las justas reivindicaciones francesas" en relación a Alsacia y Lorena. Gran Bretaña se mostró favorable a estas negociaciones, pero fracasaron por culpa de la posición de Italia. Tampoco contó con el apoyo del conde Czernin, que acabó enterándose de estas negociaciones, y que era contrario a firmar una paz por separado.
Carlos no se rendirá en su afán de devolver la paz a sus pueblos, e intentará entablar nuevas conversaciones de paz por mediación de Alfonso XIII, rey de España, del Sumo Pontífice Benedicto XV y de la reina Isabel de Bélgica (de ascendencia alemana). Pero todo fue en vano para el emperador, ya que la nueva clase política francesa había cambiado y deseaban aniquilar a Austria y a su imperio, tan sólo los militares franceses deseaban una paz con Austria-Hungría, pero ellos no podrán decidir, sólo deberán defender la república. Además Carlos deseaba la paz , pero no a costa de abandonar a su aliado, el imperio alemán, ya que no lo consideraba ni honroso ni ético; por ello Austria-Hungría deberá compartir la suerte de Alemania de ahora en adelante, para bien o para mal.


Carlos IV de Hungría, paseando por Budapest tras su coronación


A finales del año 1918 la derrota de los imperios centrales era inminente, por ello, y con el objetivo de intentar detener la fuerza centrifuga de las nacionalidades de su imperio, el 17 de octubre el emperador Carlos intentará transformar a la vieja monarquía en una especie de federación de estados nacionales. Pero este último intento fracasará por dos motivos: en primer lugar porque la guerra ya estaba perdida y las nacionalidades abandonarán el barco que se esta hundiendo y en segundo lugar porque esta actuación del monarca aparecerá como un gesto de debilidad del mismo con el único fin de intentar salvar al Imperio de su desintegración.

Sólo dos días antes de el intento desesperado de Carlos para salvar la doble monarquía, el parlamento húngaro había proclamado la independencia total en relación a la parte austriaca, salvo en la persona del monarca, así, pues, sobre el papel, Carlos y Zita continuaban siendo los reyes de Hungría.

Octubre fue un año difícil para Carlos. Los diputados del área alemana de su imperio se manifestaron a favor de una unión con Alemania, tan sólo los socialcristianos se mostraban partidarios de mantener una monarquía constitucional. El 28 de octubre los checos y los eslovacos se unieron para proclamar la república de Checoslovaquia.

En medio de todos estos acontecimientos, Carlos que permanecía en el palacio de Schömbrunn, en las afueras de Viena, debe recibir a los representantes de la parte alemana de su imperio (los socialdemocratas), los cuales le piden, el 12 de noviembre, la abdicación. Al enterarse de esta petición fue cuando la emperatriz Zita pronunció sus famosas palabras sobre la imposibilidad de abdicar ("...un soberano no debe abdicar (...) Abdicar, NUNCA, NUNCA, NUNCA.....). Finalmente Carlos, con el apoyo de Zita, se negó a abdicar a pesar de que, según sus palabras, "me han amenazado con lanzar a las masas obreras sobre Schömbrunn si no renuncio a la corona... pero yo no abdicaré, ni huiré...", aunque si estuvo de acuerdo en firmar una declaración en la cual no abdicaba, sino que tan sólo renunciaba, momentaneamente, a las tareas de gobierno en la parte austriaca de su imperio; es decir, suspendió temporalmente sus prerrogativas regias, y, en palabras del propio emperador "...la suspensión no me priva de ninguno de mis derechos, porque no renuncio a ninguno". Tras estos acontecimientos abandonó Schömbrunn y se instaló a 2o km. de Viena, en Ekcartsau. Finalmente, para evitar el peligro de una guerra civil en sus territorios y un derramamiento de sangre, partió hacía el exilio con destino a Suiza (23 de marzo de 1919), contando con el apoyo del rey de Gran Bretaña (Jorge V) que quería evitar unos sucesos tan dramáticos como los ocurridos con la familia imperial rusa.
En su exilio en Suiza acabará instalándose cerca del Lago Leman, en Prangins. A la tristeza del exilio pronto se unirán los problemas económicos, ya que el gobierno austriaco expropiará los bienes de la corona y lo mismo harán Hungría y Checoslovaquia.
En el año 1920 se proclamará la república de Austria y en Hungría, tras un breve gobierno comunista, se consolidará la monarquía aunque como jefe de estado será elegido el almirante Nicolás Horthy, que se convertirá en el regente del pais, mientras su soberano permanece en el exilio. Durante el año 1921 Carlos, con el apoyo de algunos compatriotas y políticos húngaros, Carlos intentará recuperar el trono, aunque fracasará en ambos intentos. El motivo del fracaso será el contar con poco apoyo y las reticencias del regente a la vuelta de su soberano. Para muchos Horthy será considerado un traidor, aunque no hay que olvidar (junto a las ambiciones políticas del almirante regente) que las potencias aliadas vencedoras de la guerra amenazaron con una invasión de Hungria si Carlos recuperaba el trono.
Tras el segundo intento de recuperar el trono, el gobierno húngaro pidió a Carlos la abdicación, a lo que él se negó, alegando que en su coronación había jurado ante Dios defender la Corona húngara. Finalmente el parlamento húngaro destronó a los Habsburgo.


Carlos y Zita en su exilio de Suiza

Tras su segundo intento de recuperar el trono húngaro, no se permitió a Carlos volver a Suiza. Su nuevo destino sería la isla portuguesa de Madeira. Allí fallecerá, el uno de abril de 1922, de una bronquitis que degenerará en una doble neumonía. Sus últimas palabras serán para Zita: "te quiero mucho".
Las autoridades portuguesas brindarán a Zita la oportunidad de que el ejército luso le preste los honores militares correspondientes a un soberano, y Zita, profundamente agradecido, decidirá no aceptarlos, ya que no sería adecuado recibir muestras de respeto de un ejército extranjero sin que los ejércitos de sus reinos se lo prestaran.

Iglesia de Nuestra Señora del Monte, en Madeira

Sus restos descansan en la Iglesia de Nuestra Señora del Monte (Madeira), aunque su corazón, junto con el de la emperatriz Zita, reposan en la Abadía de Muni (Suiza), en la Capilla de Loreto.
En el año 1949 empezará la campaña para beatificar al monarca, y en 1959 será declarado "Venerable", como primer paso del proceso de beatificación. Finalmente el Papa Juan Pablo II, el 3 de octubre de 2004, lo declarará Beato de la Iglesia Católica Romana y destacará de su figura el saber anteponer su fe en la toma de decisiones políticas y el ser un buscador incansable de la paz, siendo un ejemplo a seguir por todos y, en especial, por aquellos que tienen responsabilidades políticas.

Como punto final podemos citar unas opiniones de destacados escritores:

Herbert Vivian dirá del emperador: "fue un gran líder, un auténtico príncipe de la paz, que quiso salvar al mundo en unos días de guerra, fue un estadista que pretendió salvar a todos sus pueblos, fue un soberano que amaba a sus pueblos, un hombre sin miedo, un alma noble y distinguida, un santo....."

El novelista Anatole France escribirá: "El emperador Carlos fue el único hombre lo suficientemente decente para salir de una guerra en una posición de liderazgo, pero al ser un santo nadie le escuchará. Quería sinceramente la paz y, debido a ello, el mundo entero lo despreció. Así se perdió una gran oportunidad para el mundo...."

El Papa Pío X, tras una audiencia con un joven Carlos, aún archiduque, dijo de él: "...yo bendigo al archiduque Carlos, que en un futuro será emperador de Austria y sabrá como ayudar a sus países y a sus pueblos siempre con honor, pero nadie se dará cuenta de ello hasta después de su muerte...."



El último adiós a Carlos





dimecres, 4 de febrer del 2009

EL ÚLTIMO SOBERANO HABSBURGO (1)

Retrato del emperador y rey Carlos de Habsburgo

En un post de septiembre de 2008 habíamos hablado de la emperatriz Zita, ahora es el momento de hablar de su esposo, el emperador Carlos. En este caso, y dado el momento histórico que le tocó vivir, nos centraremos más en su vida pública y, para no hacer entradas excesivamente largas, lo dividiré en dos, máximo tres, apartados. Espero que os resulte tan interesante como la vida de la emperatriz Zita.
El nombre completo de Carlos I de Austria, IV de Hungría y III de Bohemia era Karl Franz Josef Ludwig Huber Georg Maria Von Habsburg-Lotharingen, fue el último de los soberanos de la doble monarquía austro-húngara, y su reinado fue breve, tan sólo dos años ( de noviembre de 1916 a noviembre de 1918). Es conocido como Beato Carlos de Austria, Emperador y Rey.
Carlos nació en Persenbeug el 17 de agosto de 1887, hijo de Otón, que era popularmente conocido como el "bello archiduque", y de María Josefa de Sajonia, hija del último rey de Sajonia. Su padre (Otón) era el hermano menor de Francisco Fernando, heredero al trono imperial y real. Otón se caracterizó por llevar una vida disoluta y escandalosa y, en cambio, María Josefa era muy piadosa y prudente y se dedicó en cuerpo y alma a la educación de sus hijos.
Carlos estudió en el prestigioso instituto benedictino de Schottengymnasium (Viena), y a los 18 años, como muchos Habsburgo, abrazó la carrera militar. Fue nombrado oficial de caballería y durante esta época siempre mostró un gran interés por todos los proyectos del archiduque Francisco Fernando, aunque supo mantenerse al margen de la vida política.
En el año 1911 se casa con la princesa Zita de Borbón-Parma, hija del último duque de Parma, con la que tuvo seis hijos, siendo Otto el primogénito. En el año 1912 es ascendido a jefe de escuadra y se instala cerca de Schönbrunn, en el palacio de Hetzendorf.
Desde el inicio de la Gran Guerra, en 1914), ya convertido en heredero del trono tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando, y de forma prudente, permaneció al margen de las decisiones del emperador y de su Gobierno, aunque participó activamente en el conflicto, primero como oficial del Estado Mayor en el Cuartel General de Teschen; y en 1916, ascendido a Teniente General del ejército, participó en la ofensiva en el frente italiano a la cabeza del 20º cuerpo, posteriormente fue enviado a Galitzia para levantar la moral de las tropas después de la ofensiva de Broussilou.


Carlos con su madre y su hermano Max.

Tras su subida al Trono (1916), tomó personalmente la dirección de sus ejercitos e instaló el Gran Cuartel General en Baden y una de sus primeras decisiones fue relevar al Mariscal de Campo Conrad que era el Jefe del Estado Mayor (desde 1907) que había dirigido hasta ese momento la guerra, para dejar bien claro que, desde este momento, los militares dejaban de dirigir la política de la doble monarquía. Menos suerte tuvo con el conde Tisza, que era el Primer Ministro de Hungría (Presidente del Consejo Húngaro), el cual logró imponerle un coronación a corto plazo, con lo cual el rey quedó obligado a jurar solemnemente la constitución húngara, lo cual le impidió llevar a cabo cualquier clase de modificación del compromiso austro-húngaro de 1867. El conde le recordó que, según la Pragmática Sanción de 1713, tras la muerte del rey, el nuevo rey de Hungría debía aceptar la corona de San Esteban en los seis meses siguientes. La coronación del rey Carlos IV de Hungría y de la reina Zita fue el último gran fasto de la monarquía, la cual, con este acto, reforzó los lazos de los Habsburgo con Hungría.


Coronación de Carlos como rey de Hungria


Creo interesante explicar, brevemente, como se desarrolló el ritual de la consagración de Carlos como rey de Hungría:

Para tan magno acontecimiento, Budapest se engalanó con arcos de triunfo, tapices y adornos florales, todo ello entre un gran entusiasmo popular. El día elegido para la coronación fue el 30 de diciembre de 1916. Carlos y Zita entran en el Templo de Nuestra Señora al compás del Ecce Sacerdos Magnus. Una vez dentro del Templo, suena el Veni Creator y se inicia el ritual:

-Un Prelado pregunta, en latín, a los obispos y eclesiásticos allí reunidos: -¿Deseáis elevar a este muy insigne caballero, aquí presente, al rango supremo de la realeza?-

-Si, lo deseamos- (contestan al unísono)

-Entonces, el Prelado se vuelve hacía el arzobispo de Kalocsa y le pregunta: -Y vos ¿Creéis que merece recibir esa dignidad?-

-Si, lo creo- responde el arzobispo.

-El Prelado entona un Deo Gratias. Carlos se postra en el suelo y es ungido con los Santos Óleos. A continuación se le muestra una espada, símbolo de poder y dominio.

-ACCIPE GLADIUS (recibe la espada) recita el Prelado. Acto seguido, tres dignatarios, rodeados por los Prelados, le ciñen la espada a la cintura. Carlos, como manda el ritual, la desenvaina y se vuelve hacia la asamblea, blandiendola tres veces. La mantiene el alto y la vuelve a blandir tres veces más. Tras la ceremonia de la espada, le traen el manto real (bordado por Gisela, la esposa de San Esteban).

-Luego el Prelado realiza la siguiente oración: -Ponedle Señor el peso de la soberanía y haced que sea un gobernante fuerte, justo, fiel, sagaz e infatigable.- Se acerca a Carlos portando la Corona y recita la formula ACCIPE CORONAM (recibe la corona). Carlos se arrodilla y es coronado. A continuación pone la corona sobre la espalda de Zita, como símbolo del apoyo que la reina deberá prestar al rey en su misión. Carlos es conducido al trono, donde se le pone el cetro en sus manos: "Recibid el cetro de la Fuerza y de la Verdad, símbolo de la bondad con la que debéis licitar a los buenos y del rigor con el que debéis castigar a los perversos. Debéis guiar a los que viven en el error, levantar a los que desfallecen, confundir a los soberbios y enaltecer a los humildes". El rey toma el cetro en su diestra y con su mano izquierda la manzana de oro de la realeza, adornada con una doble cruz.

Tras el ceremonial, Tizsa grita: ¡ Viva el Rey!, grito que es coreado por los asistentes y por los que aguardan fuera del templo, entre los repiques de las campanas y de los disparos de los cañones. Carlos y Zita están en el trono mientras reciben la reverencia de los allí presentes, en señal de respeto y sumisión. Comienza la Eucaristía y el Rey nombra a los nuevos caballeros según la usanza medieval.

Carlos, más que coronado, fue consagrado rey apostólico de Hungría, y eso pesará mucho en el corazón del soberano, y ninguno de sus pueblos tendrá un lugar tan preciado en Carlos como el húngaro.
Carlos y Zita

El nuevo soberano estaba convencido de que la monarquía dual tenía necesidad de reformas y aún más de concertar la paz, aunque fuera al precio de la ruptura con el imperio de Alemania, ya que él, como buen militar que era, sabía cual era el precio de una guerra larga. En este sentido hemos de fijarnos en sus palabras, antes de ser coronado, que dirigió a todos sus pueblos:
"Quiero hacer lo imposible por desterrar, el el más corto espacio de tiempo, los horrores y los sacrificios de la guerra y devolver a mis pueblos las bendiciones perdidas de la paz tan pronto como lo permitan el honor de las armas, las condiciones vitales de mis estados y de sus fieles aliados y la testarudez de nuestros enemigos... Quiero mantener las libertades constitucionales y los demás derechos y velar con sumo cuidado por la igualdad jurídica para todos. Animado por un amor profundo hacia mis pueblos, quiero consagrar mi vida y todas mis fuerzas a esta sublime tarea"

Pero para llevar a cabo esta tarea a buen término, Carlos dispondrá de un margen de maniobra muy reducido. Podrá apoyarse en Zita (dos hermanos suyos combatian con la Triple Entente, en el ejército belga) y poco más.

Carlos decidió nombrar ministro de Asuntos Exteriores al conde Zernin, miembro destacado de la aristocracia bohemia, que era hostil a la clase política húngara y que ya había servido con el archiduque Francisco Fernando. También quiso hacer una serie de concesiones a los serbios, checos y eslovacos, pero las condiciones precipitadas de su coronación le habían atado las manos en este sentido, al tener que cumplir a rajatabla el compromiso austro-húngaro.

En todo este orden de cosas, el emperador Guillermo II de Alemania desconfiaba de su nuevo aliado, pese a ello, en agosto de 1917, se reanudaron las negociaciones relativas a la unión aduanera entre los imperios centrales con el fin de negociar unas tarifas preferentes para ciertos productos, sin que llegara a una eliminación arancelaria completa ,ya que Austria-Hungría quería proteger a su industria de la competencia alemana. En el orden político ambos imperios tenían profundas diferencias en relación al futuro de Polonia en caso de victoria:

-El Estado Mayor de Alemania pretendía crear un protectorado alemán en la Polonia rusa.

-El imperio Austro-Húngaro quería reunir a todos los polacos de Galitzia y de la Polonia rusa en un protectorado de los Habsburgo, transformando la monarquía dual en una triple monarquía (austro-húngara-polaca).




divendres, 9 de gener del 2009

VIENTOS DE GUERRA

Arriba el canciller prusiano Bismarck

Como hemos visto en el post de la Guerra de los Ducados, la guerra entre el Imperio de Austria y el reino de Prusia era inminente. Bismark, que sabía que sólo una derrota austríaca dejaría vía libre a sus planes de unificación según las teorías de la "Pequeña Alemania", trató por todos los medios de aislar diplomáticamente a Austria. Así, en octubre de 1865 Bismark se reunió con el emperador Napoleón III de Francia, al cual tranquilizó quitando toda importancia al asunto de los ducados; pero el emperador de los franceses era un interlocutor muy fácil de embaucar, ya que era favorable a la unidad alemana según los planes prusianos y, naturalmente, esperaba algunas compensaciones ("propinas" dirá más tarde Bismark sobre lo que esperaba Napoleón III). Por otro lado Gran Bretaña no tenía un ejercito capaz de actuar de forma rápida y eficaz en la Europa continental, y desde la muerte del príncipe Alberto (1861) se interesaba menos por los asuntos europeos. Prusia también tuvo suerte con Rusia, ya que ésta no estaba dispuesta a perdonar a los Habsburgo su actitud en la crisis de Oriente de 1853. Por otro lado, el reino de Italia firmó un tratado de alianza con Prusia, sin ocultar que su intención era declarar la guerra para liberar Venecia, de esta manera Austria tendría que atender a dos frentes a la vez. Francia, finalmente, proclamó oficialmente una neutralidad que no engaño a nadie, aunque eso era, en el fondo, un mal menor para la monarquía de los Habsburgo.
Para poner término a toda esta situación verdaderamente explosiva, Austria, a mediados de abril de 1866, exigió a Prusia el cese de sus movimientos armamentísticos, porque ambas potencias habían comenzado a concentrar tropas desde mediados de marzo. De este modo, la trampa tendida por Bismark al gobierno austríaco se estrechaba cada vez mas.
Ante esta situación ¿como reaccionó el emperador austríaco Francisco José?. Pues la verdad es que lo hizo de una forma sorprendente para un jefe de Estado: lo hizo afrontando los acontecimientos y declarando la guerra contra su voluntad, únicamente para salvar el honor de Austria.
De todas formas el gobierno austríaco se mostró muy pasivo internacionalmente, lo cual permitió a Bismark seguir teniendo la iniciativa en todo este tema, a la vez que mostraba ante la opinión pública internacional que era Austria quien quería la guerra.
¿Estaba preparada Austria para la guerra?. En primer lugar hemos de destacar que las finanzas de la monarquía, lo mismo que siempre, se hallaban en un estado lamentable. El ministro Shmerling había permitido al parlamento llevar a cabo unos recortes alarmantes en el presupuesto militar, por lo que era necesario hallar rápidamente fondos para financiar los preparativos de la guerra. Von Beck fue llamado a consultas y propuso negociar con París un empréstito de 60 millones de florines, lo que venía a ser una operación completamente normal, puesto que las relaciones entre París y Viena eran aparentemente cordiales. Enterado de esta maniobra austríaca, Bismarck aprovechará este hecho para hacer creer que el gabinete de Viena tiene intenciones bélicas, cuando lo cierto es que lo que quería Austria no era más que defender Bohemia y Moravia, las cuales se encontraban prácticamente desarmadas desde hacía 10 años.

Una imagen del emperador de Austria Francisco José I

Mientras tanto el rey Guillermo I de Prusia dio, en mayo, la orden de movilizar la artillería y la caballería para terminar, el 12 de mayo de 1866, con el decreto de movilización general. Fue entonces cuando Napoleón III propuso una conferencia internacional para el desarme general de ambas potencias. Prusia respondió a semejante propuesta denunciando la convención de Gastein e invadiendo el ducado de Holstein el 7 de julio.
Ante semejante actitud de hostilidad, la Confederación Germánica responde el 14 de julio decretando un proceso de actuación federal contra Prusia. Austria no estará sola, puesto que Baviera, Wurtemberg, Baden, Hesse-Kassel, Hesse-Darmstadt y Sajonia votan la actuación y se ponen al lado del imperio austríaco, temerosas del expansionismo prusiano. Sin embargo, el corazón dice otra cosa distinta, porque el sentimiento de falta de preparación es muy grande entre los militares de la Confederación. Irán, pues, al combate sin entusiasmo, pero lucharan por su sentido del deber y por la fidelidad hacía sus soberanos. En Austria no ven a Prusia como el enemigo secular desde que ambas potencias lucharon codo a codo contra la Francia de Bonaparte, aunque una guerra contra Italia si sería popular, porque lo que sienten los austríacos hacía el ejército de Víctor Manuel es un desprecio tan sólo superado por la hostilidad hacía el enemigo italiano.
Así, pues, debido a las continuas injerencias prusianas en el gobierno austríaco de Holstein, la denuncia por parte de Austria de la convención de Gastein y la invasión de Holstein por Prusia serán los detonantes de la guerra austro-prusiana del 16 de junio de 1866.


Retrato de Napoleón III, emperador de Francia

Antes de declarar la guerra, el 11 de junio Francisco José había obtenido la neutralidad francesa en Italia cediendo, a cambio, Venecia, pero no la cedió a Víctor Manuel, lo que hubiera sido humillante para Austria, sino que la cedió a Napoleón III, para que, de este modo, no utilizara el ejército francés más allá de los Alpes junto al joven ejército italiano. De este modo, los austríacos no tendrán más que un solo adversario en el frente italiano (neutralizada Francia); de todas maneras, fueran cuales fuesen los resultados de los combates, los austríacos estaban seguros de perder Venecia. Pero, en la difícil situación en que se encontraba por entonces la monarquía de los Habsburgo, Francisco José juzgaba este sacrificio como inevitable, sin el cual Napoleón III se hubiera pasado al campo de sus enemigos.
De todas maneras, las verdaderas razones de la guerra de 1866 serán la aplicación del principio de las nacionalidades y las ansias de poder de Prusia, que pretende llevar a cabo la unidad alemana en beneficio propio y en el marco de la pequeña Alemania. Por lo demás, Bismarck no oculta su objetivo: eliminar a Austria de la Confederación. Además como Austria ya ha perdido Venecia por el tratado secreto del 11 de junio de 1866, la unidad italiana es ya prácticamente un hecho; sólo queda por resolver la cuestión romana, es decir, la soberanía del Papa sobre Roma, donde se halla protegido por las bayonetas francesas contra los intentos de los patriotas italianos de incorporar el territorio a la joven Italia. De todos modos, para los Habsburgo, Italia se acabó, por más que en junio de 1866 Francisco José ofrezca un millón de francos al rey Borbón de Napolés, Francisco II, para que fomente un levantamiento del reino contra las nuevas autoridades. Continuarán aún ciertas operaciones, pero la suerte está echada en Italia. En Alemania, por el contrario, una guerra corta, deseada y preparada por Prusia, va a imponer en seis semanas (la duración de la guerra austro-prusiana) la peor solución prevista por el ministro austríaco Schwanzenberg y el triunfo aparente del principio de las dos nacionalidades, privando a los Habsburgo de su principal razón de ser: la dirección del cuerpo germánico.

El rey de Prusia Guillermo I, futuro emperador de Alemania

dimarts, 23 de desembre del 2008

MITOS Y LEYENDAS DE UNA GRAN DINASTÍA

Todas las grandes dinastías tienen un pasado que se pierde en el tiempo, un pasado más o menos glorioso, que se fue mitificando a medida que aumentaba el poder de sus soberanos. La dinastía de los Habsburgo no fue ninguna excepción.
En 1273, Rodolfo de Habsburgo fue elegido rey de Germania, él era la cabeza de un importante linaje situado en la Suiza de habla alemana y en la Alta Alsacia, cuyos orígenes llegan a remontarse al Siglo XI. El centro de gravedad de todos sus dominios era el actual cantón suizo de Aargau y, más en concreto, el área de la fortaleza del gavilán, de la cual existen testimonios de su existencia desde el año 1020 (en alemán HABISCHTSBURG, lo que, por contracción, dará lugar a HABSBURG). La cuna de la gran Casa de Austria se sitúa en el antiguo reino de Lotaringia, en pleno corazón de Europa.
Pero los orígenes de la dinastía fueron adornados muy pronto a instancias de los mismos Habsburgo, pesarosos de un origen relativamente modesto y de su condición de advenedizos tras la elección real de 1273.
Al no poder vincular su linaje con el de las primeras dinastías alemanas, como los Salios o los Staufen, pronto se empezó a difundir la leyenda (desde principios del siglo XIV), de que los Habsburgo descendían de una familia de patricios romanos, los Colona, los cuales se vinculaban, a través de los Condes de Tusculum, con la gens Julia y, por consiguiente, a Julio César. Los Habsburgo creyeron en esta leyenda, que ellos mismos ayudaron a crear, hasta apróximadamente 1450, porque con ella apoyaban su pretensión al trono germánico en la época en que se veían excluidos de esa corona porque reinaba la Casa de Luxemburgo
En el siglo XV apareció una nueva teoría, según la cual los Habsburgo serían descendientes de los Pierleoni, condes del Aventino, y, a través de ellos de la gens de los Anicios. Esta nueva leyenda tenía la ventaja de poner de relieve la santidad de la dinastía, ya que el Papa Gregorio Magno (590-604) y san Benito (fundador de los benedictinos), pertenecían a los Anicios. Esta leyenda, muy favorable a los Habsburgo, se da en un momento en que hay un rebrote del poder político del papado (1476)




Por esa misma época apareció una nueva leyenda según la cual la Casa de Austria tenía un origen franco, ya que se la vinculaba con los merovingios, remontandóse más allá de los carolingios. Estos nobles antepasados francos permitían a los Habsburgo encontrar su origen en los troyanos. El principal adepto a esta teoría fue el emperador Maximiliano I, ya que de esta manera se erigía en sucesor legitimo de los reinos merovingios y carolingios de la Galia y la Germania. De esta manera podían justificar su expansión hacia Europa occidental y sus pretensiones sobre la herencia borgoñona.
La teoría anterior fue remitiendo a medida que desaparecían los conflictos entre Francia y los Habsburgo y nacía la rivalidad austro-prusiana en Alemania
Ya en el año 1649 surgió una nueva teoría, según la cual los Habsburgo descendían de los duques de Alsacia, una Casa fundada por Eticón, que reinaron en Suabia y Alsacia (en la Alta Edad Media). Así, pues, esta Casa de Alsacia, sería la cuna de los Habsburgo y de los duques de Lorena. Vemos, a simple vista, lo ventajosa que era esta teoría en un momento en que la archiduquesa María Teresa (la futura emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico, de la que ya hemos hablado anteriormente) contraía matrimonio con el duque de Lorena Francisco III (futuro emperador). De esta manera la nueva dinastía Habsburgo-Lorena venía a ser la restitución de la "Casa de Alsacia", fundada por Eticón.
Ya en el siglo XIX, historiografos de renombre condenaron todas estas hermosas e ilustres teorías sobre el origen de los Hasburgo, aunque nadie haya podido demostrar de manera fehaciente que los orígenes carolingios de la Casa de Austria sean completamente falsos.



NOTA: Arriba, mapa del Imperio Carolingio. En el centro, mapas de la desintegración de dicho Imperio. Abajo, corona del Sacro Imperio.