dimarts, 23 de desembre del 2008

MITOS Y LEYENDAS DE UNA GRAN DINASTÍA

Todas las grandes dinastías tienen un pasado que se pierde en el tiempo, un pasado más o menos glorioso, que se fue mitificando a medida que aumentaba el poder de sus soberanos. La dinastía de los Habsburgo no fue ninguna excepción.
En 1273, Rodolfo de Habsburgo fue elegido rey de Germania, él era la cabeza de un importante linaje situado en la Suiza de habla alemana y en la Alta Alsacia, cuyos orígenes llegan a remontarse al Siglo XI. El centro de gravedad de todos sus dominios era el actual cantón suizo de Aargau y, más en concreto, el área de la fortaleza del gavilán, de la cual existen testimonios de su existencia desde el año 1020 (en alemán HABISCHTSBURG, lo que, por contracción, dará lugar a HABSBURG). La cuna de la gran Casa de Austria se sitúa en el antiguo reino de Lotaringia, en pleno corazón de Europa.
Pero los orígenes de la dinastía fueron adornados muy pronto a instancias de los mismos Habsburgo, pesarosos de un origen relativamente modesto y de su condición de advenedizos tras la elección real de 1273.
Al no poder vincular su linaje con el de las primeras dinastías alemanas, como los Salios o los Staufen, pronto se empezó a difundir la leyenda (desde principios del siglo XIV), de que los Habsburgo descendían de una familia de patricios romanos, los Colona, los cuales se vinculaban, a través de los Condes de Tusculum, con la gens Julia y, por consiguiente, a Julio César. Los Habsburgo creyeron en esta leyenda, que ellos mismos ayudaron a crear, hasta apróximadamente 1450, porque con ella apoyaban su pretensión al trono germánico en la época en que se veían excluidos de esa corona porque reinaba la Casa de Luxemburgo
En el siglo XV apareció una nueva teoría, según la cual los Habsburgo serían descendientes de los Pierleoni, condes del Aventino, y, a través de ellos de la gens de los Anicios. Esta nueva leyenda tenía la ventaja de poner de relieve la santidad de la dinastía, ya que el Papa Gregorio Magno (590-604) y san Benito (fundador de los benedictinos), pertenecían a los Anicios. Esta leyenda, muy favorable a los Habsburgo, se da en un momento en que hay un rebrote del poder político del papado (1476)




Por esa misma época apareció una nueva leyenda según la cual la Casa de Austria tenía un origen franco, ya que se la vinculaba con los merovingios, remontandóse más allá de los carolingios. Estos nobles antepasados francos permitían a los Habsburgo encontrar su origen en los troyanos. El principal adepto a esta teoría fue el emperador Maximiliano I, ya que de esta manera se erigía en sucesor legitimo de los reinos merovingios y carolingios de la Galia y la Germania. De esta manera podían justificar su expansión hacia Europa occidental y sus pretensiones sobre la herencia borgoñona.
La teoría anterior fue remitiendo a medida que desaparecían los conflictos entre Francia y los Habsburgo y nacía la rivalidad austro-prusiana en Alemania
Ya en el año 1649 surgió una nueva teoría, según la cual los Habsburgo descendían de los duques de Alsacia, una Casa fundada por Eticón, que reinaron en Suabia y Alsacia (en la Alta Edad Media). Así, pues, esta Casa de Alsacia, sería la cuna de los Habsburgo y de los duques de Lorena. Vemos, a simple vista, lo ventajosa que era esta teoría en un momento en que la archiduquesa María Teresa (la futura emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico, de la que ya hemos hablado anteriormente) contraía matrimonio con el duque de Lorena Francisco III (futuro emperador). De esta manera la nueva dinastía Habsburgo-Lorena venía a ser la restitución de la "Casa de Alsacia", fundada por Eticón.
Ya en el siglo XIX, historiografos de renombre condenaron todas estas hermosas e ilustres teorías sobre el origen de los Hasburgo, aunque nadie haya podido demostrar de manera fehaciente que los orígenes carolingios de la Casa de Austria sean completamente falsos.



NOTA: Arriba, mapa del Imperio Carolingio. En el centro, mapas de la desintegración de dicho Imperio. Abajo, corona del Sacro Imperio.

dimecres, 26 de novembre del 2008

LA GUERRA DE LOS DUCADOS



En el año 1863, Dinamarca se anexó Schleswig y Holstein, ducados que eran miembros de la Confederación Germánica; ambos ducados mantenían una unión personal con la corona danesa, ya que los duques de Holstein eran reyes de Dinamarca desde el siglo XV. Ya había existido un primer conflicto entre Dinamarca y estos territorios, el cual se había solucionado mediante un arbitraje internacional en el año 1859, pero la desafortunada iniciativa del rey danés Cristián IX de anexarse los ducados iba a provocar una reacción de la Confederación de inesperadas consecuencias.

Para situarnos un poco en el inicio de este conflicto, hay que decir que debido a un antiguo juramento, Schleswig y Holstein no debían separarse jamás ("up ewig ungedeelt" "por siempre indivisibles"). Ambos ducados estaban gobernados por el rey de Dinamarca, pero sólo en uno de ellos era válida la sucesión femenino, en el otro no. Para evitar las complicaciones que la sucesión femenina pudiera traer a Dinamarca, el rey Federico VII (que no tenía descendencia masculina), optó simplemente por incorporar los ducados "indivisibles" al reino danés. Esto provocó el levantamiento de Schleswig-Holstein en 1848 y una ola de nacionalismo en Alemania. Posteriormente, el llamado Protocolo de Londres determinó que la casa Sonderbur-Glücksburg tenía derecho al trono y que los ducados no podían ser incorporados al Estado danés. Fue dicho Protocolo el que dispuso que Schleswig quedara unido a Holstein. Pero cuando Cristián IX de Dinamarca subió al trono, ignoró este acuerdo y se anexó ambos ducados en 1863.
Cristián IX no era descendiente directo de Federico VII (era hijo del duque Guillermo de Scheswig-Holteins-Sonderbur-Glüksburg), pero se había casado con la princesa alemana Luisa de Hesse-Kassel, la cual era sobrina del rey danés Cristián VIII, y a este rey le sucedió Federico VII. Al no tener Federico VII hijos varones, se vio obligado a reformar la Ley Sálica, con lo cual, a su muerte, y gracias al matrimonio con la princesa Luisa, Cristián fue coronado como rey de Dinamarca con el nombre de Cristián IX.
Siendo ya rey Cristián IX, hubo una disputa en cuanto a la herencia de los ducados, ya que él los reclamaba como herencia por parte de una línea de sucesión materna, mientras que el duque de Augustenborg, un descendiente menor de otra línea familiar, también exigía ambos ducados. Fue entonces cuando los ducados, encabezados por el duque de Augustenborg, llevaron el asunto ante la Confederación Germánica, la cual protestó ante el intento del monarca danés de anexarse los territorios ya que incumplía con los acuerdos del Protocolo de Londres.

En el año 1864, y en este orden de cosas, Austria, sin gran entusiasmo, decidió actuar junto a Prusia para expulsar a los daneses y de paso al duque de Augustenburg, instalado en Kiel mediante las tropas de la Confederación, que, en su mayoría, estaban constituidas por tropas de Sajonia y Hannover. Las tropas imperiales austríacas y las prusianas ocuparon rápidamente los ducados, aniquilando a las tropas danesas, que poca cosa pudieron hacer más que enfrentarse a las tropas confederadas en un último combate. Las potencias garantes de la Convención de 1852 no intervinieron en este conflicto, debido, básicamente, a que Gran Bretaña no disponía de un cuerpo expedicionario capaz de actuar de una manera rápida muy eficaz.
Los vencedores de este conflicto, Austria y Prusia no entregaron los ducados al duque de Augusgtenborg, sino que se repartieron los despojos mediante la Convención de Gastein, que fue negociada por el canciller prusiano el príncipe Bismark y el conde danés Blome. A consecuencia de dichos pactos, Prusia se anexionaba Sajonia-Lavenburg, Kiel y pasaba a administrar Schleswig, con lo cual se aseguraba un acceso directo al mar del Norte, mientras que Austria se encargaría de administrar Holstein, un territorio con el que no tenía nada que hacer ni nada que ganar y que tan sólo podría proporcionarle quebraderos de cabeza. Con esta guerra y el acuerdo final, el Ministro de Asuntos Exteriores del Imperio de Austria había caído de lleno en la trampa diabólica que le había tendido el astuto Bismark.
A consecuencia de estos acontecimientos, Austria se había desatendido de la Confederación Germánica y ahora se encontraba frente a frente con el, cada vez más poderoso, reino de Prusia. Austria había abrigado, aunque sólo fuera por un instante, la esperanza de cambiar el ducado de Holstein por Silesia, pérdida en tiempos de María Teresa y que había sido un territorio histórico de Austria; como era de esperar, Bismarck se burlo de esa vieja ilusión de la débil diplomacia austríaca. En adelante, Austria se vería arrastrada a lo inevitable: o acceder a la igualdad con Prusia en el seno de la Confederación Germánica, o declarar la guerra.
Tras la guerra de los ducados las demás potencias empezaron a adivinar las intenciones prusianas e incluso, lord Clarendon, secretario del Foreign Office, en el año 1864, confeso a Beust, que era el Primer Ministro de Sajonia en ese momento, que "Bismarck es un aventurero que no teme ni rey ni roque, y Rechberg es su esclavo"; lord Clarendon volvió a manifestar esta opinión, aunque de un modo más diplomático, al embajador de Austria, al que le comentó que lamentaba "ver a una potencia como Austria abdicar de su papel de gran potencia y de su independencia para convertirse en el juguete y en el instrumento de los planes ambiciosos de su rival".
El emperador Francisco José I de Austria permaneció fiel, a pesar de todo, a la estrategia defendida por Rechberg. A comienzos del año 1866, el emperador no ocultaba su optimismo respecto de las relaciones con Berlín, en el mismo instante en que Bismarck desvelaba su plan de reorganización de la Confederación, de la que Austria quedaría, llana y simplemente, excluida, al defender la idea de un parlamento elegido por sufragio universal. Pero la mecha que prendió la llama en todo este polvorín fue una querella sobre la administración de los ducados que fue llevada delante de la Confederación, ya que ello brindo la oportunidad y la coartada a Bismarck para que Prusia hiciera llegar una nota conminatoria a Rechberg el 26 de enero de 1866.




















Arriba podemos ver un mapa de Dinamarca y, al sur , los ducados de Scheswig y Holstein.
Abajo del artículo, podemos ver la obra "Capricho imperial", de Mila F., de su colección de Bodegones.

dissabte, 1 de novembre del 2008

MARÍA TERESA DE AUSTRIA


A nuestra izquierda podemos ver un retrato de una joven María Teresa, nacida en Viena en el año 1717 y fallecida en la misma ciudad en 1780. Fue Archiduquesa de Austria (desde 1740), Reina de Hungría (desde 1741) y de Bohemia (desde 1743). Fue la hija primogénita del emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico Carlos VI y con el tiempo también ella ostentaría este título.
De acuerdo con la Pragmática Sanción de 1713, fue nombrada heredera (1724) de los territorios bajo el dominio de los Habsburgo. La Pragmática Sanción declaraba indivisibles los territorios de la Casa de Austria, pero a la muerte de su padre, el emperador Carlos VI, las distintas potencias europeas intentarán destruir esa unión de territorios en beneficio propio. De esta forma estalló la llamada "Guerra de Sucesión de Austria" (1741-1748). Dicha guerra estuvo a punto de echar a pique la monarquía, ya que el padre de María Teresa no le proporcionó los medios necesarios para defender su extraordinario legado. El primer triunfo que se le puede adjudicar a la joven María Teresa es el haberse enfrentado a la adversidad, salvando una monarquía austríaca que muy bien pudiera haber quedado dividida.

A nuestra derecha, una María Teresa con los distintivos imperiales.

En relación a la Pragmática Sanción, el emperador Carlos VI intentó que la misma fuera garantizada por las diversas potencias europeas, así fueron garantes de la misma: España (1725), Rusia (1726), Prusia (1728), y luego se fueron sumando Gran Bretaña, Francia y Piamonte-Cerdeña. Pero, en resumen, ¿de qué sirven los acuerdos internacionales si no se tienen los medios para hacer que sean respetados?. Y esto es lo que le ocurrió a María Teresa
tras la muerte de su padre. De esta manera varios de los príncipes y soberanos alemanes vieron una oportunidad para alzar su voz contra los Habsburgo y unidos con las otras potencias ver una magnifica oportunidad para arrebatar la corona imperial a la Casa de Austria y además reducir a Austria y a sus territorios en una potencia de segundo orden.
Gran Bretaña ayudaría a salvar la monarquía de Austria al trazar una alianza antifrancesa y convertir la guerra de sucesión en una guerra a nivel europeo. Así las cosas, se aliaron a Austria Gran Bretaña, Hannover, Cerdeña y Holanda; Francia y España formaban un frente contra María Teresa; el Electorado de Sajonia en un principio rival de Austria, se inclinó finalmente a favor de ésta; Prusia respetó la posición de María Teresa tras que esta la hubiese garantizado la posesión de la rica región de Silesia, antes en manos de los Habsburgo.
Tras cinco años de guerra, María Teresa logró retener el grueso de sus estados, aunque la perdida de Silesia (excepto la comarca de Teschen) fue un duro golpe a las arcas de los Habsburgo, al tratarse de una de las regiones más ricas de la monarquía.




Arriba podemos ver el escudo de armas de María Teresa, cuyo lema era "JUSTITIA ET CLEMENTIA" (por la justicia y la clemencia), que define muy bien el estilo de vida de la soberana. A la derecha podemos observar una moneda de María Teresa con la siguiente inscripción: M(aria) THERESIA D(ie) G(ratia) R(omanorum) IMP(eratrix) HU(ngariae) BO(hemiae) REG(ina), es decir: María Teresa, por la gracia de Dios, emperatriz de los romanos, reina de Hungria y de Bohemia.

Con el tratado de Aquisgrán se puso fin a la guerra, y como ya hemos apuntado antes se tuvieron que ceder algunos territorios: la casi totalidad de Silesia a Prusia, algunas zonas del Milanesado a Saboya y cedió Parma, Plasencia y guastalla al infante español Felipe.
Tras la guerra María Teresa tuvo una clara visión de la mayor o menor lealtad de sus territorios. Hungría fue el más firme apoyo que encontró la soberana, los cuales mantuvieron una actitud responsable durante toda la guerra. Los territorios checos, al contrario, tuvieron una actitud tan pasiva hacia su soberana que rozaba la complicidad con las otras potencias, y que, finalmente se sometieron a la ley del más fuerte.
Pero ningún favor es gratis, así que la nobleza húngara le pidió a María Teresa que reconociera sus privilegios y siguiera garantizando sus propia autonomía dentro de la monarquía austríaca (1741, coronación de María Teresa como reina de Hungria)
En relación a Bohemia, se puede decir que traicionó a los Habsburgo ya fuera por amor nacional o más probablemente por un interés fiscal, tratando de buscar (con la derrota de los Habsburgo), a un nuevo soberano nacional con intereses más modestos que los de la dinastía reinante y que convirtiera a Praga en el centro de gravedad del país y que pudiera mantener a la nación lejos de los grandes conflictos de las superpotencias europeas. Los bohemios veían una imagen de su propio país como una nación relegada a un eterno segundo plano en beneficio de los intereses de Viena. Pero finalmente tuvieron que aceptar que María Teresa fuera la reina de Bohemia (1742).

Tras una explicación de los que supuso la Pragmática Sanción y las consecuencias de la misma, seguiremos con los acontecimientos más importantes en la vida de María Teresa.

María Teresa se casó con Francisco Esteban, duque de Lorena, en 1736. En plena guerra de Sucesión de Austria, Carlos Alberto, elector de Baviera, fue coronado emperador del Sacro Imperio en Frankfurt en el año 1742, adoptando el nombre de Carlos VII. Tras la muerte del mismo, María Teresa logró la corona del Imperio para su esposo, el cual fue coronado emperador con el nombre de Francisco I en 1745. En contra de las ideas procedentes de las orillas del Sena, María Teresa fue emperatriz en calidad de esposa de Francisco Esteban de Lorena que ocupó el cargo de 1745 hasta 1765 en que murió. María Teresa era archiduquesa de Austria por nacimiento, y luego sería reina de Hungría y, a pesar de las protestas del elector de Baviera, reina de Bohemia. Nunca fue "emperatriz de Austria" porque, sencillamente, no existia un "imperio de Austria" propiamente dicho.

Abajo retrato de María Teresa y su familia.


Los deseos de la soberana por recuperar Silesia la llevaron a la Guerra de los Siete Años (1756-1763), en la que lucho, esta vez, junto a Francia. Con la paz de Hubertsburg (febrero de 1763) se puso fin a la guerra y tuvo que reconocer el dominio prusiano de Silesia. De todas formas, tras la guerra logro garantizar la sucesión en el trono imperial del Sacro Imperio en su hijo (el futuro José II).
Posteriormente sus estados se vieron aumentados con Galitzia tras el primer reparto de Polonia (1772) y con Bucovina (1775) gracias a su intervención, junto a Rusia, en la guerra contra el imperio Otomano, y también logró el territorio de Innviertel tras la guerra de Sucesión de Baviera (178-1779), tras renunciar a luchar por la sucesión de dicho estado.

María Teresa fue la viva imagen del llamado Despotismo Ilustrado, a ella se debe la modernización del ejercito y el sometimiento de los poderes locales al Gobierno Central. También impulsó las ciencias y las artes y limitó la influencia de la Iglesia Católica, aunque ella siempre fue una devota ferviente en la fe católica y por ello se mostró intolerante con judíos y protestantes, y en 1741 expulsó a los primeros de Praga.
Unificó las Cancillerías de Austria y de Bohemia y creó un Tribunal Supremo. Prohibió la quema de brujas y la tortura y eliminó la pena capital por los trabajos forzados. En 1774 introdujo la enseñanza obligatoria con el objetivo de crear una clase educada que pudiera prestar sus servicios a la maquinaria del Estado. También se debe a ella la creación de una "policía moral" que debía velar por la decencia en todos los territorios de los Habsburgo, lo que conllevó al arresto de muchas de las prostitutas de Viena que fueron enviadas a los territorios orientales. En su afán centralizador creó el "Consejo de Estado" de 1760 y promulgó el Código Penal de 1768-

Aunque María Teresa fue técnicamente una emperatriz consorte del Sacro Imperio, ella fue la que ejerció el poder de forma efectiva, ya que su esposo Francisco Esteban se desatendió de dichas tareas para dedicarse a las finanzas, de una manera muy efectiva, creando un enorme patrimonio para la dinastía. A la muerte de su marido, María Teresa debió compartir el poder con su hijo José II, ya que él heredó el titulo de emperador, aunque ella conservó los títulos de los territorios que fueron herencia de su padre, hasta su muerte.

Podemos concluir diciendo que María Teresa fue la última monarca auténticamente Habsburgo, ya que sus descendientes ya pertenecerían a la Casa Habsburgo-Lorena, y sin duda alguna fue una de las personalidades más fascinantes de todo su linaje.



divendres, 10 d’octubre del 2008

AUSTRIA TRAS LA CAIDA DE NAPOLEÓN


Al caer Napoleón, emperador de Francia, la posición de Austria como una gran potencia europea era muy sólida. Basta recordar que pasaron a su soberanía el Tirol (que había estado en manos Bávaras gracias a Napoleón), las Províncias Ilíricas, Venecia y Lombardía. Por este motivo, el imperio austriaco paso a ser el peor enemigo del movimiento de unificación de Italia. Los Habsburgo habían ceñido, casi sin interrupción (el período de 1742 a 1745), la corona del Sacro Imperio Romano-Germánico desde 1440 a 1806, aunque el poder efectivo estuviera en manos del soberano de cada estado. En 1804 Francisco se proclamó emperador de Austria y en 1806 dejó de existir el Sacro Imperio (ya que lo abolió Napoleón). El Congreso de Viena no lo restauró, aunque creó la Confederación Germánica (1815-1866), a la que pertenecía Austria; tenía su sede en Frankfurt y lo presidia un representante austríaco. Para Metternich, esta Confederación uniría a Austria y Prusia en su lucha contra los movimientos liberales y radicales. Políticamente este sistema funcionó hasta 1848, aunque económicamente estuvo condenada al fracaso debido al Zollverein creado por Prusia, excluyendo a Austria.
Como ya hemos comentado en anteriores entradas del blog, la estructura del Imperio austríaco experimento pocos cambios en el siglo XIX: en las províncias occidentales existía un régimen absolutista y centralista. En los territorios de la Hungría histórica, las dietas, los comitatos y la nobleza conservaban gran autonomía. Había además diferencias entre los distintos países de la zona húngara: Croacia tenía sus instituciones propias; Transilvania representaba una unidad aparte; los Confines Militares al sur de Hungría tenían una organización castrense subordinada al consejo áulico de guerra con sede en Viena; los ortodoxos (serbios y rumanos) gozaban de autonomía religiosa. En el terreno económico, la Revolución Industrial despegó tras las guerras napoleónicas, y Austria ya contaba con una red ferroviaria antes de 1848, pero no hubo vida política hasta pasadas las revoluciones de el año citado. Pero, como era habitual en un imperio tan multicultural, lo más característico de Austria fueron los problemas nacionales.
Durante las tres décadas anteriores a 1789 se produjeron en diversos pueblos de la monarquía, ciertos movimientos culturales deseosos de hacer de la lengua materna del pueblo un idioma literario y científico, de estudiar la lengua, la historia y la etnografía del pueblo, y de crear una literatura en su propia lengua. Esos movimientos no tenían un carácter político, sino cultural, y el estado austríaco los toleraba porque no les atribuía demasiada importancia. En Hungría se restableció el latín, pero el magiar empezó a introducirse en la administración y en la enseñanza. Pero desde 1790 este objetivo no afectó solamente al territorio étnico magiar, sino a toda la Hungría histórica: los pueblos no magiares tendrían que "magiarizarse"; sólo había una nación húngara de lengua magiar, y los demás pueblos eran sólo nacionalidades que carecían de tradición estatal. La política de magiarización cosechó sus mejores éxitos entre la nobleza y las ciudades. Algunas zonas no magiares opusieron una enérgica resistencia, sobre todo Croacia. En las províncias occidentales (las zonas bajo influencia de Austria), se toleraron las nacionalidades en tanto sólo manifestaran movimientos culturales. De este modo se obtuvieron (en esta zona) unos resultados muy importantes: se resolvió el problema de las lenguas literarias eslavas (ruso, ucraniano, checo, eslovaco, esloveno y serbocroata) y de las ciencias nacionales eslavas (filología, historia, etnografía), que se deben en gran medida a los esfuerzos de los eruditos eslavos de Austria. Pero como todo no es nunca lo que aparenta ser, detrás de esa actividad cultural se ocultaban tendencias política.
Francisco I y, sobre todo su canciller, Metternich sabían muy bien que la monarquía abarcaba diversos pueblos y consideraban que una monarquía constitucional conduciría a la desintegración. El único nexo de unión para todos esos pueblos era la persona del monarca, la lealtad hacia el soberano, un legitimismo apoyado por la nobleza, la burocracia, la Iglesia y el ejército. Al luchar por el legitimismo en Europa, Austria defendía al mismo tiempo el principio de su propia existencia.






Antes de la Primera Guerra Mundial, Austria-Hungría era una potencia económica y cultural, ocupando el sexto lugar mundial. Su extensión territorial era de 676.616 km2 aprox. (el segundo en extensión territorial en Europa) y su población llegaba a los 52.500.000 de habitantes (el tercero más poblado de Europa), que se distribuía de la siguiente manera:

-Unos 12.000.000 de alemanes.
-Unos 10.000.000 de húngaros
-Unos 9.000.000 de checos y eslovacos.
-Aproximadamente 5.000.000 de polacos y otros tantos de serbios y croatas
-Cerca de 4.000.000 de rutenos
-Más de 1.000.000 de italianos

Las religiones en el imperio también eran diversas al tratarse de un imperio multinacional:

-34.000.000 de católicos romanos
-4.500.000 de ortodoxos y otros tantos de protestantes.
-2.500.000 de judíos
-700.000 musulmanes

La coexistencia pacífica entre todos ellos era garantizada por el Imperio, pero toda esta situación cambiaría tras la Gran Guerra.

dilluns, 15 de setembre del 2008

ZITA, LA ÚLTIMA EMPERATRIZ DE AUSTRIA-HUNGRÍA






Zita María Delle Grazie Adelgonda Micaela Raffaela Gabriella Guseppina Antonia Luisa Agnese, princesa de Borbón -Parma y , tras la muerte de Francisco José I y subida al trono de Carlos: emperatriz de Austria; reina apostólica de Hungría; reina de Bohemia, Dalmacia, Croacia, Eslavonia, Galitzia, Lodomeria e Illiria; reina de Jerusalén; archiduquesa de Austria; gran duquesa de Toscana y Cracovia; duquesa de Lorena, Salburgo, Estieria, Carintia, Carniola y Bucovina; gran princesa de Transilvania; margrave de Moravia; duquesa de la Alta y Baja Silesia, de Módena, Parma, Piacenza, Gustalla, Auschwitz, Zator, Teschen, Friuli, Ragusa y Zara; princesa de Trient y Brixen; margrave de la Alta y Baja Lusacia e Istria; condesa de Hohenems, Feldkirch, Bregenz y Sonnenberg; señora de Trieste, de Cattaro y de la Marca de Wendia; gran voyvode de Serbia y soberana del Orden del Toisón de Oro (todo ello, como consorte).

Zita vino al mundo el 09 de mayo de 1882 en Villa Pianore, en Lucca (Italia), era la hija decimoséptima del último duque de Parma, Roberto I (el cual fue depuesto en el año 1859, aún siendo un niño, a causa de la unificación italiana), y su madre era María Antonia de Portugal, segunda esposa del duque e hija del Rey Miguel de Portugal y Adelaida de Löwestein-Werthein-Rosenburg, con lo cual estaba emparentada con las casas reales de España, Francia y Portugal.
La infancia de Zita transcurrió entre Villa Pianore y el castillo familiar de Schwarzan (Austria). Cuando contaba 10 años, fue enviada a un internado en Zanberg (en la Alta Baviera), pero a la muerte de su padre su abuela materna la envía, junto a su hermana Francisca, a un convento en la isla de Wight para que complete su educación.

Una joven Zita









Zita, extremo izquierdo, con sus padres y 17 hermanos en 1906


Conoce al archiduque Carlos, el cual se encontraba en Brandeis en el Elba, junto a su regimiento de Dragones, en el año 1909, y entre los dos nace una íntima amistad. Carlos estaba presionado por la corte imperial para que contrajera matrimonio, ya que su tío Francisco Fernando, que era el heredero al trono, casó en matrimonio morganático, con lo cual sus hijos fueron excluidos del trono. Zita, la cual contaba con un linaje real, era una princesa adecuada y la amistad se transformó en amor. En el año 1910 ese sentimiento se hizo aún más profundo y el archiduque viajó hasta Villa Pianore a pedir la mano de Zita. El 13 de junio de 1911 se anunció el compromiso matrimonial en la corte austríaca. El 21 de octubre de ese mismo año, en el castillo de Schwarzau, se celebro el enlace con el visto bueno del emperador Francisco José I, el cual estaba profundamente satisfecho por un matrimonio tan adecuado y por una consorte con un linaje excepcional. El primer hijo de la pareja, Otto, vino al mundo el 12 de noviembre de 1912. La pareja tuvo aún siete hijos más durante la década siguiente.

- - - - - - - - - - - -- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -Carlos y Zita el día de su boda
El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando y su esposa Sophie, herederos al trono, son asesinados en Sarajevo por un nacionalista serbo-bosnio. Tras el magnicidio, Carlos y Zita se convierten en los herederos al viejo trono de los Habsburgo. El asesinato de Francisco Fernando fue el detonante que desencadenó la Primera Guerra Mundial, y durante la contienda Carlos fue ascendido a General y destinado en el Tirol.
La guerra fue especialmente dura para Zita, ya que sus propios hermanos lucharon en frentes opuestos (unos junto a Austria y otros junto a Bélgica), también el país que la vio nacer, Italia, declaró la guerra a Austria-Hungría en 1915. En la corte alemana, a causa de las declaraciones del embajador alemán en Viena, conde Otto Wedel, se recordaba que la emperatriz descendía de una Casa Real italiana.
Durante la Guerra, Zita y sus hijos se instalaron en el palacio de Schönbrunn junto al emperador Francisco José, el cual murió el 21 de noviembre de 1916 a los 86 años de edad. A consecuencia de ello, ascendieron al trono Carlos y Zita como nuevos emperadores de Austria, y fueron coronados reyes de Hungría en Budapest el 30 de diciembre de 1916.

Coronación en Budapest de Carlos y Zita, junto a su hijo Otto
En el transcurso de la I Guerra Mundial, Zita mostró de nuevo su carácter firme y enérgico, y no dudo un instante en acompañar a su marido por las distintas provincias del imperio y acudir al frente, sin olvidar sus obras benéficas y sus visitas a los hospitales de heridos de la guerra.
En los postreros años de la guerra, Zita fue la principal impulsora de un plan de Austria-Hungría para la firma de una paz por separado con Francia, contando con la ayuda de su hermano, el príncipe Sixto, que sirvió en el ejercito belga. Pero toda esta diplomacia, denominada "diplomacia dinástica", fracasó debido a la negativa alemana a dicha paz, ya que incluía la devolución de Alsacia y Lorena a Francia.
El final de la guerra fue un duro golpe a la familia imperial, ya que con el derrumbe de las potencias centrales, empezó a desmoronarse la unidad de Austria-Hungría. En septiembre de 1918, Zita declaró : "Es urgente iniciar conversaciones de paz con las potencias occidentales, mientras todavía exista algo sobre lo cual hablar...". El 16 de octubre de 1918 Carlos intenta reestructurar federalmente el imperio, para que cada nacionalidad pueda tener su propio estado; en lugar de ello, cada nación se separó del imperio y con ello empezó la efectiva disolución de la monarquía dual.
Los ministros austríacos, tras fracasar el plan anterior, presentan al emperador un manifiesto para que lo firme, en el cual se le pide su renuncia como jefe del Estado y pueda iniciarse la creación de un nuevo estado alemán-austríaco (en los antiguos territorios de la Cisleithania). Carlos y Zita interpretan que se les esta exigiendo la abdicación, a lo que Zita contesta: "un soberano nunca debe abdicar, se le puede deponer... a la fuerza; pero abdicar -nunca, nunca, nunca !!!-. Prefiero caer aquí mismo y al lado del emperador, entonces aún quedará Otto e incluso, si todos los que estamos aquí somos asesinados, todavía quedarán otros Habsburgo..."
Finalmente Carlos da su consentimiento a la publicación del manifiesto y renuncia a la jefatura del Estado sin abdicar, y junto a Zita y su cortejo marchan a Eckarstsau, cerca de la frontera con Hungría y Eslovaquía. La república alemano-austríaca es proclamada al día siguiente.



Carlos y Zita en el funeral del emperador Francisco José

Con la ayuda del rey Jorge V del Reino Unido, se pone a disposición de Carlos y Zita un tren que ha de llevarlos, con la suficiente dignidad, al exilio en Suiza sin tener que abdicar (24 de marzo de 1919). Se instalan en el castillo de Wartegg, en Rorschach, una propiedad de la familia Borbón-Parma, pero las autoridades suizas les obligan a trasladarse hacía la parte occidental del país para alejarlos de la frontera con Austria y evitar posibles conflictos diplomáticos. Finalmente se instalan en Villa Pranoins cerca del lago Leman.
En el año 1920 Miklos Horthy es elegido regente de Hungría, ya que Carlos y Zita son aún reyes de Hungría. En el año 1921 y en dos ocasiones, Carlos intentará recuperar el trono húngaro (marzo y octubre), contando siempre con el apoyo incondicional de Zita. Pero debido a la reticencia del regente, a las cláusulas del Tratado del Trianon y a la presión de Checoslovaquia y Yugoslavia no se logra el objetivo, y deben abandonar Hungría y emprender un nuevo exilio que los llevará a Madeira (Portugal). El 19 de noviembre de 1921 llegan a Funchal y en febrero de 1922 se unirán a ellos sus hijos.

Carlos, Zita y su familia en su exilio en SuizaEn su exilio en Funchal, el emperador Carlos enferma de bronquitis, la cual desemboca en una neumonía que le causa la muerte el uno de abril de 1922. Sus últimas palabras, en el lecho de muerte, fueron para Zita: "Te quiero mucho" le dijo antes de expirar.


Carlos y Zita paseando por Funchal poco antes de la muerte del emperador

Debido a la mediación del rey de España, Alfonso XIII, con el gobierno británico, se permite a Zita y a sus hijos abandonar Madeira e instalarse en España tras la muerte de Carlos. En un primer momento se instalan en el palacio de el Pardo (Madrid), para fijar su residencia de forma definitiva en el palacio Uribarra en Lekeitio, donde permanecerán durante casi siete años.
En septiembre de 1929 se trasladan a Steenukherzeel en Bélgica (cerca de Bruselas), donde Zita cuenta con familia. Durante el tiempo que permanecen en esta residencia, Zita intentará la restauración monárquica en Austria (en la persona de su hijo Otto), e incluso llega a existir una posibilidad que se ve truncada por la unión de Austria con la Alemania nazi.
Durante la II Guerra Mundial y tras la invasión de Bélgica por parte de Alemania, Zita y su familia deben huir hasta la frontera española. Luego llegan a Portugal, donde Zita consigue que el gobierno de los Estados Unidos le proporciones visados a ella, sus hijos y su séquito. Llegan a Nueva York el 27 de julio de 1946. Finalmente decide trasladarse a Quebec (Canadá). Desde el incio de la Guerra, Zita deberá afrontar penurias económicas al dejar de recibir las rentas de sus posesiones europeas. Tras la guerra, Zita vuelve a demostrar su vigoroso carácter e inicia un recorrido por Estados Unidos y Canadá durante dos años, en los cuales consigue fondos para las devastadas Austria y Hungría.
En 1952 regresa a Europa y se instala en el Gran Ducado de Luxemburgo. Durante este periodo (y compaginando el cuidado a su anciana madre), se dedica a participar en la canonización de su marido como "emperador de la Paz", y finalmente es declarado beato el 3 de octubre de 2004.
En el año 1982, gracias a la mediación del rey Juan Carlos I de España, Austria levanta de forma total las restricciones de entrada al país de los Habsburgo, y Zita puede volver a pisar suelo austríaco tras seis décadas de ausencia.

Zita en el año 1985


El 14 de marzo de 1989, a la edad de 96 años, fallece Zita. Su funeral, costeado por los Habsburgo, se celebra en Viena el 1 de abril de ese mismo año siguiendo la tradición de la casa imperial y real, y es enterrada en la cripta de los capuchinos, panteón de los Habsburgo. A petición suya, su corazón se depositó en una urna y fue depositado en el monasterio de Muni (Suiza), al lado del de su esposo, para "seguir siendo el uno para el otro eternamente" según palabras de la propia emperatriz.

Mausoleo de la emperatriz y reina Zita

dimecres, 20 d’agost del 2008

MAPAS DE EUROPA DE 1812 A LA UNIFICACIÓN ALEMANA



Creo interesante publicar una serie de tres mapas que he localizado, y que, sin duda alguna, pueden facilitar la lectura de alguna de las últimas entradas del Blog.


En el primer mapa podemos ver Europa bajo el dominio de Napoleón I, emperador de Francia. En azul, el imperio francés propiamente dicho, el cual se anexo, directamente, los Países Bajos, norte de Alemania (lindante con Dinamarca), las llamadas Provincias Líricas o Ilíricas (la salida al mar del imperio de Austria), toda la Liguria italiana así como el Lacio. En verde los estados que, de una manera u otra, dependían de Francia.

El mapa de abajo, muestra como quedó Europa tras el Congreso de Viena de 1815. Vemos que, más o menos, las fronteras volvieron a la situación de antes de Napoleón. No obstante, como temas destacados se observa la desaparición de Polonia (que se reparte entre Austria, Prusia y Rusia), la creación de la corona Belga-Holandesa y de la corona Sueco-Noruega. Noruega era parte de Dinamarca, pero se quiso castigar a este país por el apoyo que prestado a Francia, y con la creación de el Reino de los Países Bajos (con Holanda y Bélgica), se quería impedir una nueva agresión francesa a Holanda. A Rusia se le reconoció la anexión de Finlandia y Besarabia. Austria se incorporó la Galitzia polaca y Venecia (formando el reino Lombardo-Veneto) y recuperó la costa Dálmata del Adriático. Prusia logró la mitad de Sajonia y la Renania



En el último mapa (abajo), podemos ver la formación del imperio alemán. Tras las ganancias territoriales de Prusia del Congreso de Viena (1815), no fue hasta 1866 que se anexó los territorios de Schleswig-Holstein (ganados a costa de Dinamarca), paralelamente y a consecuencia de la victoria prusiana en la guerra de los ducados, también se anexó el reino de Hannóver, el electorado de Hesse y el ducado de Nassau, con lo cual Prusia logro una continuidad territorial desde Renania hasta la Prusia oriental. Tras la guerra franco-prusiana, con la victoria de esta última potencia, fue creado el imperio alemán, con la incorporación de Alsacia y Lorena (cedidas por Francia en virtud del tratado de Francfort.

dissabte, 9 d’agost del 2008

ALEMANIA Y AUSTRIA. HISTORIAS PARALELAS

Hemos de recordar que Napoleón dejó su impronta en los estados alemanes y en la propia Austria. Francia se anexionó la orilla izquierda del Rin y la incorporó al imperio francés, y tanto Prusia (Tratado de Basilea de 1795) como Austria (Tratado de Lunéville, en 1802), tuvieron que aceptarlo. Francia borró el Sacro Imperio romano-germánico en 1805, cuya corona ostentaban los emperadores austriacos y en sustitución del mismo creó la Confederación del Rin, con estados alemanes cuyas casas reales habían emparentado con la dinastía Bonaparte.
Pero la obra napoleónica tuvo una existencia efímera y murió con la derrota de Napoleón ante las potencias europeas que volvieron a instaurar el antiguo régimen.
El Congreso de Viena de 1815, con el canciller austriaco Metternich a su cabeza, trató de reestablecer el dominio de Austria en Alemania, creando una confederación de treinta y ocho estados con una dieta común a todos ellos, formada por delegados de los respectivos gobiernos y presidida por Austria. Metternich deseaba, a toda costa, impedir cualquier evolución hacía ideas unitarias y constitucionales en Alemania, en un afán de preservar el orden monárquico y la jerarquía aristocrática. Para tales fines sería necesario el entendimiento entre las dos grandes potencias alemanas: Austria y Prusia.
La influencia de Metternich logró frenar las reformas en Prusia (inspiradas en los logros revolucionarios franceses), pero no frenó la influencia de este estado en el norte de Alemania. Prusia, empujada por las circunstancias (debido a la gran afluencia de productos ingleses en el mercado alemán), fue la pionera en unificar tarifas aduaneras en todo el territorio prusiano, y aplicar unas tarifas reducidas en el conjunto de la confederación (1818). Tras vencer las dificultades que le presentaron los estados del sur, Prusia logro constituir una unión aduanera (Zollverein) en 1834 que abarcaba toda Alemania excepto Hannover, las ciudades hanseáticas y Austria. Las diferencias entra Austria y Prusia seguían aumentando, y la vieja potencia europea veía como Prusia quería ocupar su papel.

Las revoluciones de 1848 en Alemania motivaron la constitución de gobiernos liberales; pero no afectaron a las monarquías, con la excepción de Baviera, donde Luis I tuvo que abdicar en favor de su hijo Maximiliano II. En Prusia, la actitud ambigua de Federico Guillermo IV obligó al monarca, tras unas sangrientas jornadas en marzo, a aceptar la reunión de una nueva dieta unificada y de un parlamento elegido por sufragio universal.
La revolución tomó un cariz nacional y liberal, llegándose a crear un parlamento provisional (el Vorparlament) alemán, el cual se reunió en la Paulskirche de Frankfurt (mayo de 1848), formado principalmente por notables e intelectuales, aunque no controló la administración de los asuntos de cada estado y menos aún las fuerzas armadas de cada nación. La opinión de este parlamento se dividió muy especialmente cuando el canciller austríaco Schwarzenberg exigió la entrada de toda la monarquía austríaca en el Reich (en un futuro imperio alemán). De este modo el parlamento se dividió entre los partidarios de la "pequeña Alemania" (liberales y protestantes) liderados por Prusia y de la "gran Alemania", liderados por Austria (católicos y demócratas), la cual proponía la creación de una vasta y laxa confederación. Finalmente, el trono imperial y hereditario del Reich se ofreció al rey de Prusia (noviembre de 1848), el cual lo rechazó temeroso de que el reino de Prusia quedará diluido en este nuevo imperio. Este rechazo provocó, en un breve plazo, la disolución del parlamento.

Todo ello llevó al fracaso de la revolución. Hay autores que afirman que este fracaso de debió a los errores de los intelectuales y a la falta de preparación de las masas y la pasividad de los campesinos, que una vez abolidos los derechos feudales se desinteresaron de la política. La gran mayoría de autores afirman, no obstante, que el fracaso se debió, en realidad, a causa del temor que suscito en la burguesía dominante la irrupción de reivindicaciones sociales (y el miedo a la creación de la denominada "república roja"). La burguesía, así, prefirió un compromiso con las antiguas clases dirigentes, cediéndoles el poder político si quedaban a salvo sus intereses económicos.

Nota: el mapa muestra, en azul, el reino de Prusia y el resto de estados alemanes, incluyendo Austria, como miembros de la confederación alemana.

dissabte, 19 de juliol del 2008

LA CIUDAD LIBRE DE CRACOVIA/REPÚBLICA DE CRACOVIA













A finales del Siglo XVIII, Cracovia pasó a formar parte de la provincia de la Galitzia austriaca, incorporándose a esta corona que ya, con anterioridad, había participado en el reparto de Polonia junto con Rusia y Prusia. En el año 1794 se inició una revolución en la ciudad (llamada insurrección Kosciuszko, por quien estaba dirigida), que fue aplastada por el ejercito prusiano, aliado de Austria, el cual saqueó el tesoro real de la ciudad.
La situación siguió igual hasta el año 1809, en que Napoleón estableció el Ducado de Varsovia como estado independiente, aunque nación títere de los intereses franceses, el cual incluía el territorio de Cracovia en sus limites.
Tras la derrota de Napoleón ante las potencias europeas, se celebró el Congreso de Viena (1815), para trazar el nuevo mapa de Europa, entre otras cosas. Dicho Congreso dio luz verde a la creación de la Ciudad Libre de Cracovia (también llamada República de Cracovia), a la vez que reestablecía la partición de Polonia entre Austria, Prusia y Rusia.
Al nuevo estado se le impuso la neutralidad y que su política exterior estuviera dirigida por las potencias que lo crearon (Austria, Prusia y Rusia). Así el 18 de octubre de 1815 nacía un nuevo estado en Europa, y esa fecha quedo fijada como su Fiesta Nacional. La extensión territorial de la Ciudad Libre era de poco más de 1200 Km2, que fueron desgajados del antiguo Ducado de Varsovia creado por Napoleón I, y sus fronteras lindaban, como no, con el imperio austriaco, el reino de Prusia y el imperio de los zares.
Las tres potencias garantes dotaron al país de una constitución a la medida de sus propios intereses, en la cual se estableció un sufragio restringido para la elección de sus representantes al Senado y a la Cámara de Representantes. Ejercían el derecho a sufragio: profesores de universidad, maestros, artistas, clero secular, directores de fábricas y talleres, y comerciantes y propietarios importantes (que al menos, de contribución, pagaran 50 zlotys). A los candidatos a ambas cámaras se les exigían estudios universitarios (cursados en universidades polacas); dicha exigencia no se aplicaba a los antiguos funcionarios del Ducado de Varsovia ni a los miembros que eran designados directamente por Austria, Rusia y Prusia.
En el año 1846 estalló una rebelión en la ciudad de Cracovia de tintes nacionalistas. Como dicha rebelión se extendió a otros territorios de la Galitzia, llevo a Austria a intervenir militarmente para sofocarla. Tras la victoria de las tropas imperiales, Austria creó el Gran Ducado de Varsovia, incluyendo en él a Cracovia e incorporando el territorio a su provincia de Galitzia, con lo cual desaparecía como estado independiente la breve ciudad libre de Cracovia.
Tras la derrota austriaca en la guerra austro-prusiana (1866), y de la mano del emperador Francisco José I, se concedió a la ciudad un gobierno municipal y a toda la provincia de Galitzia una cierta autonomía, permitiendo el uso del polaco en el gobierno autónomo y la creación de una dieta provincial. Al ser el imperio austriaco más benevolente con las regiones polacas que sus vecinos prusianos y rusos, Cracovia se convirtió en un importante centro cultural y símbolo nacional polaco.
Durante la Primera Guerra Mundial, los habitantes de Cracovia lucharon junto a Austria y Alemania contra Rusia, ya que las primeras dieron esperanzas a los polacos de crear un estado independiente en los territorios polacos ocupados por los rusos. Tras la Guerra (1918), y con la derrota de Austria-Hungría, el Tratado de Versalles creo una Polonia independiente tras más de un siglo de inexistencia de la nación polaca, en territorios que habían pertenecido a Austria (Galitzia), Rusia y Alemania.

NOTA: Primera imagen: Grabado de Cracovia en el siglo XVIII. Abajo a la izquierda: imagen de Cracovia en 1493. Abajo a la derecha: mapa de la Ciudad Libre de Cracovia, tras su creación.

dissabte, 12 de juliol del 2008

KRONEN/KORONA DE AUSTRIA-HUNGRÍA



























En el año 1892 el Banco Central Austro-Húngaro sustituyó el antiguo Gulden/Forint por las Coronas (Kronen en Austria y Korona en Hungría), como parte de la adopción al patrón oro llevada a cabo por el secretario de finanzas imperial Sánder Werhele. Esta unidad monetaria fue la vigente hasta la disolución del imperio, tras la guerra, en el año 1918.

El valor que se le adjudico fue el de 2 coronas equivalían a un florín; ambas monedas coexistieron durante unos años, hasta el 1900 en que sólo tuvo valor la corona.

Es de destacar que esta nueva unidad monetaria, no sólo adopto los nombres en alemán y húngaro, sino que también adoptó nombre en cada uno de los idiomas que se hablaban en el multinacional imperio:

Österreichisch-ungarische Krone (en alemán) (en alemán)
osztrák-magyar korona (en húngaro) (en húngaro)
corona Austro-Hungarica (en latín) (en latín)
Rakousko-uherská koruna (en checo) (en checo)
korona austro-węgierska (en polaco) (en polaco)
корона (en ucraniano) (en ucraniano)
corona austro-ungarica (en italiano) (en italiano)
krona (en esloveno) (en esloveno)
kruna (en croata) (en croata)
круна (en servio) (en servio)
coroană (en rumano) (en rumano)

Durante la Primera Guerra Mundial, la moneda sufrió una gran devaluación y no sólo por la guerra en si misma, sino por la política seguida por el gobierno que consistió en imprimir tanto papel moneda como dinero necesitaba para sus gastos, logrando la mayor inflación de todos los países combatientes.

Tras la Guerra, y con la aparición de nuevos estados herederos de los territorios imperiales, la corona continuó circulando por esos territorios, aunque cada estado se dedicó a estampillar los billetes para convertirlos en "moneda nacional". El primero en adoptar el método del estampillado fue el nuevo reino de los Servios, Croatas y Eslovenos (que luego sería Yugoslavia), en enero de 1919; le seguiría Checoslovaquia en febrero de 1919 y la propia Austria en marzo de ese mismo año.

La gran inflación tras la guerra, en Austria, conllevo a un aumento de precios sin precedentes históricos, y es que en agosto de 1922 los precios al consumo era 14.000 veces superiores a los de antes de la guerra.

El 2 de enero de 1922 empezó a operar el ÖSTERREICHISCHE NATIONALBANK en Austria, para sustituir al antiguo Banco Central Austro-Húngaro que ya había entrado en proceso de liquidación. El 20 de diciembre de 1923 Austria adopta como nueva moneda el Chelín (10.000 coronas equivalen a un chelín). Hungría también sustituyo la corona por el Pengó el 24 de enero de 1927 (12.500 coronas equivalen a un pengó). En el reino de los servios, croatas y eslovenos, se sustituye en 1920 la corona por el dinar (1 dinar equivalen a 4 coronas).

NOTAS: arriba, billete de la parte austriaca con el estampillado tras la guerra (Deutschosterreich), para limitarlo al territorio de la república de Austria. La imagen central muestra un billete de 100 coronas de la mitad austríaca y la imagen inferior una moneda de igual valor de la mitad húngara

Agradecimientos: a Dot, por su colaboración en la creación de esta entrada.

dimarts, 8 de juliol del 2008

GULDEN/FORINT AUSTRO-HÚNGAROS


En el Imperio Austro-Húngaro, las finanzas eran únicas en todo el territorio imperial, sin que existiera dualidad entre ambas mitades del territorio.

El Banco Central Austro-Húngaro era el encargado de emitir tanto las monedas como los billetes (papel moneda) de curso legal. Desde 1754 (aún imperio austríaco) hasta 1892 (ya en vigor la monarquía dual) la unidad monetaria era el denominado Gulden en la parte austriaca : "Gulden de Österreichish-Ungarische", o Forint en la parte húngara : "Forint dez Osztrák-Magyar",(también era denominado, en determinados momentos, en su nombre latino: florint). Esta denominación, como ya hemos apuntado, perduró hasta 1892, en que fue sustituido por la Corona/Korona.

El Gulden/Forint se subdividía en los denominados Kreuzer/Krajczár, y hasta el año 1857 un Gulden/Forint equivalía a 60 Kreuzer/Krajczár, fecha en que se introdujo la equivalencia de 1/100 en lugar del 1/60.

El estándar de valor del Gulden/Forint era de 2/3 de plata. Los Kreuzer/Krajczár era de cobre. Durante las guerras contra el imperio otomano y el napoleónico, la moneda llego a devaluarse hasta el extremo de que 12 Gulden/Forint equivalían a un estándar de 6 Gulden/Forint plata. Después de 1814, con la victoria de las potencias europeas frente a Napoleón, la moneda volvió a su anterior paridad.

Austria adoptó el nombre de Gulden para la moneda, porque con esta denominación circulaba una unidad monetaria importante en toda la Alemania Meridional. Hungría adoptó el nombre de Forint de la ciudad de Florencia, donde circularon los primeros florines.


NOTAS: de derecha a izquierda: forint húngaro y gulden austriaco.

Agradecimientos a Dot por su labor de investigación para este artículo.

diumenge, 29 de juny del 2008

LA TRANSLEITHANIA


























La Transleithania era la parte Húngara del Imperio. En ella, tan sólo, Croacia tenía una cierta autonomía territorial; las demás partes del Reino: la Voivodina, Transilvania y los Confines Militares, habían dejado de existir como entidades territoriales autónomas. El sistema electoral en Hungría (elecciones para su parlamento, los comitatos y los municipios), se basaba en el sufragio censitario, a la vez que también exitian unos diputados que no eran elegidos (los llamados virilistas). Hungría era un estado tremendamente tradicionalista, y su gobierno recaia en los grandes propietarios y en la nobleza. Políticamente los húngaros se dividian en los llamados partidos liberales produalistas magiares (a favor de la monarquía dual y que ostentaban el poder desde hacia años), y en partidos no dualistas, entre los cuales destacaba el partido kosutista. En este reparto de poder, los pueblos no magiares de la Hungría histórica apenas tenían representación alguna en los estamentos políticos. De todas maneras, antes de firmarse el pacto del dualismo con Austria, el parlamento húngaro aprobó una serie de medidas para dotar de ciertos derechos a las lenguas no magiares, pero dichas medidas nunca se pusieron en practica, y con el establecimiento de la monarquía dual se hizo incapie en la magiareización de todo el territorio. La mitad de la población de Transleithania no hablaba húngaro, y las políticas encaminadas a expandir esta lengua funcionaron a medias: se logró con bastante éxito en la ciudades, pero en el campo fracasó rotundamente. Debido a ello, Budapest trato a toda costa de impedir que se creara una burguesía no magiar e incluso de un despertar intelectual no magiar, para impedir que se despertara una conciencia política entre los campesinos que hablaban otras lenguas.

Nota: Primera foto: parlamento de Hungría en Budapest. Arriba, a la derecha : corona y joyas de San Esteban, símbolos de la nación húngara. Abajo: mapa de la Hungría historica.

divendres, 13 de juny del 2008

MUERE EL ÚLTIMO SOLDADO DEL IMPERIO AUSTRO-HÚNGARO



La semana pasada se pudo leer en varios periódicos nacionales que había muerto Franz Künstler, que había sido el último soldado del emperador austro-húngaro. Tal como apareció publicado en La Vanguardia, este hombre fue testigo de un mundo en continua transformación debido a las dos Guerras Mundiales. Nació en Soost el 24 de julio de 1900, en el antiguo reino de Hungría (hoy parte de Rumanía).
Bajo sus pies, se desmoronó el imperio Austro-Húngaro y de las cenizas del cual surgieron nuevos estados y muchos otros incrementaros sus territorios con los despojos de dicho imperio.
El artículo mencionado nos indica que vino al mundo como ciudadano austro-húngaro (cierto, aunque más bien húngaro); y nos indica que la corona del imperio recaía en Francisco José, y como súbdito suyo fue reclutado en febrero de 1919, cuando faltaban aún nueve meses para que concluyera la Primera Guerra Mundial. Pero estos datos no son del todo correctos, ya que el emperador Francisco José había fallecido falleció en 1916, siendo coronado posteriormente como emperador de Austria y rey de Hungría Carlos I; por lo tanto fue reclutado en nombre del emperador Carlos y no de Francisco José.
Continua diciendo que sirvió en el primer regimiento de Artillería y destinado al frente italiano.
La derrota de las potencias centrales (Austria-Hungría, Alemania, imperio Otomano y Bulgaría), llevó aparejada la desaparición de aquel conglomerado que era el imperio Austro-Húngaro, que devino, con el tiempo, en varios estados independientes. Bien, algunos estados herederos del imperio son en la actualidad estados soberanos pero hay otros que tan sólo adquirieron territorios a costa del derrumbe del imperio. Los actuales estados soberanos son: Austria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina y Croacia. Los otros estados que se anexaron territorios fueron: Italia, Serbia, Rumanía, Polonia y Ucrania.
Tras la Guerra, Franz Künstler siguió conservando la nacionalidad húngara y lucho contra los comunistas, siendo soldado hasta 1921. En 1942 fue reclutado por el ejercito nazi (Hungría fue aliada de la Alemania nazi), y sirvió en 1942 como correo en Ucrania. La nueva derrota de Hungría no le permitió volver a casa, ya que Künstler era de origen alemán y el nuevo gobierno húngaro lo expulsó del país (junto con la minoría germana que habitaba en Hungría). Se instaló en Niedrstetten (en Baden-Württemberg, Alemania). Trabajó como guía del museo de caza del Scholoss (castillo) Haltenbergstetten. En 1946 adquirió la nacionalidad alemana.
La derrota de las potencias centrales en la Primera Guerra Mundial y de Alemania y sus aliados en la Segunda, han impedido que los veteranos combatientes puedan recibir honores en sus fallecimientos (como ocurre en los países que ganaron la guerra).
Según indica el artículo citado, parece que aún quedan trece personas que conocieron los horrores de la Primera Guerra Mundial. Con la desaparición de Künstler se va el último soldado del emperador, y con él parte de la historia. Con la muerte del viejo súbdito de su majestad imperial y real, se entierra un poco la memoria colectiva del que fue el imperio multinacional de Austria-Hungría

P.S.: Primera foto: artillería austriaca. Abajo Franz Künstler