En el año 1863, Dinamarca se anexó Schleswig y Holstein, ducados que eran miembros de la Confederación Germánica; ambos ducados mantenían una unión personal con la corona danesa, ya que los duques de Holstein eran reyes de Dinamarca desde el siglo XV. Ya había existido un primer conflicto entre Dinamarca y estos territorios, el cual se había solucionado mediante un arbitraje internacional en el año 1859, pero la desafortunada iniciativa del rey danés Cristián IX de anexarse los ducados iba a provocar una reacción de la Confederación de inesperadas consecuencias.
Para situarnos un poco en el inicio de este conflicto, hay que decir que debido a un antiguo juramento, Schleswig y Holstein no debían separarse jamás ("up ewig ungedeelt" "por siempre indivisibles"). Ambos ducados estaban gobernados por el rey de Dinamarca, pero sólo en uno de ellos era válida la sucesión femenino, en el otro no. Para evitar las complicaciones que la sucesión femenina pudiera traer a Dinamarca, el rey Federico VII (que no tenía descendencia masculina), optó simplemente por incorporar los ducados "indivisibles" al reino danés. Esto provocó el levantamiento de Schleswig-Holstein en 1848 y una ola de nacionalismo en Alemania. Posteriormente, el llamado Protocolo de Londres determinó que la casa Sonderbur-Glücksburg tenía derecho al trono y que los ducados no podían ser incorporados al Estado danés. Fue dicho Protocolo el que dispuso que Schleswig quedara unido a Holstein. Pero cuando Cristián IX de Dinamarca subió al trono, ignoró este acuerdo y se anexó ambos ducados en 1863.
Cristián IX no era descendiente directo de Federico VII (era hijo del duque Guillermo de Scheswig-Holteins-Sonderbur-Glüksburg), pero se había casado con la princesa alemana Luisa de Hesse-Kassel, la cual era sobrina del rey danés Cristián VIII, y a este rey le sucedió Federico VII. Al no tener Federico VII hijos varones, se vio obligado a reformar la Ley Sálica, con lo cual, a su muerte, y gracias al matrimonio con la princesa Luisa, Cristián fue coronado como rey de Dinamarca con el nombre de Cristián IX.
Siendo ya rey Cristián IX, hubo una disputa en cuanto a la herencia de los ducados, ya que él los reclamaba como herencia por parte de una línea de sucesión materna, mientras que el duque de Augustenborg, un descendiente menor de otra línea familiar, también exigía ambos ducados. Fue entonces cuando los ducados, encabezados por el duque de Augustenborg, llevaron el asunto ante la Confederación Germánica, la cual protestó ante el intento del monarca danés de anexarse los territorios ya que incumplía con los acuerdos del Protocolo de Londres.
En el año 1864, y en este orden de cosas, Austria, sin gran entusiasmo, decidió actuar junto a Prusia para expulsar a los daneses y de paso al duque de Augustenburg, instalado en Kiel mediante las tropas de la Confederación, que, en su mayoría, estaban constituidas por tropas de Sajonia y Hannover. Las tropas imperiales austríacas y las prusianas ocuparon rápidamente los ducados, aniquilando a las tropas danesas, que poca cosa pudieron hacer más que enfrentarse a las tropas confederadas en un último combate. Las potencias garantes de la Convención de 1852 no intervinieron en este conflicto, debido, básicamente, a que Gran Bretaña no disponía de un cuerpo expedicionario capaz de actuar de una manera rápida muy eficaz.
Los vencedores de este conflicto, Austria y Prusia no entregaron los ducados al duque de Augusgtenborg, sino que se repartieron los despojos mediante la Convención de Gastein, que fue negociada por el canciller prusiano el príncipe Bismark y el conde danés Blome. A consecuencia de dichos pactos, Prusia se anexionaba Sajonia-Lavenburg, Kiel y pasaba a administrar Schleswig, con lo cual se aseguraba un acceso directo al mar del Norte, mientras que Austria se encargaría de administrar Holstein, un territorio con el que no tenía nada que hacer ni nada que ganar y que tan sólo podría proporcionarle quebraderos de cabeza. Con esta guerra y el acuerdo final, el Ministro de Asuntos Exteriores del Imperio de Austria había caído de lleno en la trampa diabólica que le había tendido el astuto Bismark.
A consecuencia de estos acontecimientos, Austria se había desatendido de la Confederación Germánica y ahora se encontraba frente a frente con el, cada vez más poderoso, reino de Prusia. Austria había abrigado, aunque sólo fuera por un instante, la esperanza de cambiar el ducado de Holstein por Silesia, pérdida en tiempos de María Teresa y que había sido un territorio histórico de Austria; como era de esperar, Bismarck se burlo de esa vieja ilusión de la débil diplomacia austríaca. En adelante, Austria se vería arrastrada a lo inevitable: o acceder a la igualdad con Prusia en el seno de la Confederación Germánica, o declarar la guerra.
Tras la guerra de los ducados las demás potencias empezaron a adivinar las intenciones prusianas e incluso, lord Clarendon, secretario del Foreign Office, en el año 1864, confeso a Beust, que era el Primer Ministro de Sajonia en ese momento, que "Bismarck es un aventurero que no teme ni rey ni roque, y Rechberg es su esclavo"; lord Clarendon volvió a manifestar esta opinión, aunque de un modo más diplomático, al embajador de Austria, al que le comentó que lamentaba "ver a una potencia como Austria abdicar de su papel de gran potencia y de su independencia para convertirse en el juguete y en el instrumento de los planes ambiciosos de su rival".
El emperador Francisco José I de Austria permaneció fiel, a pesar de todo, a la estrategia defendida por Rechberg. A comienzos del año 1866, el emperador no ocultaba su optimismo respecto de las relaciones con Berlín, en el mismo instante en que Bismarck desvelaba su plan de reorganización de la Confederación, de la que Austria quedaría, llana y simplemente, excluida, al defender la idea de un parlamento elegido por sufragio universal. Pero la mecha que prendió la llama en todo este polvorín fue una querella sobre la administración de los ducados que fue llevada delante de la Confederación, ya que ello brindo la oportunidad y la coartada a Bismarck para que Prusia hiciera llegar una nota conminatoria a Rechberg el 26 de enero de 1866.
Arriba podemos ver un mapa de Dinamarca y, al sur , los ducados de Scheswig y Holstein.
Abajo del artículo, podemos ver la obra "Capricho imperial", de Mila F., de su colección de Bodegones.
Para situarnos un poco en el inicio de este conflicto, hay que decir que debido a un antiguo juramento, Schleswig y Holstein no debían separarse jamás ("up ewig ungedeelt" "por siempre indivisibles"). Ambos ducados estaban gobernados por el rey de Dinamarca, pero sólo en uno de ellos era válida la sucesión femenino, en el otro no. Para evitar las complicaciones que la sucesión femenina pudiera traer a Dinamarca, el rey Federico VII (que no tenía descendencia masculina), optó simplemente por incorporar los ducados "indivisibles" al reino danés. Esto provocó el levantamiento de Schleswig-Holstein en 1848 y una ola de nacionalismo en Alemania. Posteriormente, el llamado Protocolo de Londres determinó que la casa Sonderbur-Glücksburg tenía derecho al trono y que los ducados no podían ser incorporados al Estado danés. Fue dicho Protocolo el que dispuso que Schleswig quedara unido a Holstein. Pero cuando Cristián IX de Dinamarca subió al trono, ignoró este acuerdo y se anexó ambos ducados en 1863.
Cristián IX no era descendiente directo de Federico VII (era hijo del duque Guillermo de Scheswig-Holteins-Sonderbur-Glüksburg), pero se había casado con la princesa alemana Luisa de Hesse-Kassel, la cual era sobrina del rey danés Cristián VIII, y a este rey le sucedió Federico VII. Al no tener Federico VII hijos varones, se vio obligado a reformar la Ley Sálica, con lo cual, a su muerte, y gracias al matrimonio con la princesa Luisa, Cristián fue coronado como rey de Dinamarca con el nombre de Cristián IX.
Siendo ya rey Cristián IX, hubo una disputa en cuanto a la herencia de los ducados, ya que él los reclamaba como herencia por parte de una línea de sucesión materna, mientras que el duque de Augustenborg, un descendiente menor de otra línea familiar, también exigía ambos ducados. Fue entonces cuando los ducados, encabezados por el duque de Augustenborg, llevaron el asunto ante la Confederación Germánica, la cual protestó ante el intento del monarca danés de anexarse los territorios ya que incumplía con los acuerdos del Protocolo de Londres.
En el año 1864, y en este orden de cosas, Austria, sin gran entusiasmo, decidió actuar junto a Prusia para expulsar a los daneses y de paso al duque de Augustenburg, instalado en Kiel mediante las tropas de la Confederación, que, en su mayoría, estaban constituidas por tropas de Sajonia y Hannover. Las tropas imperiales austríacas y las prusianas ocuparon rápidamente los ducados, aniquilando a las tropas danesas, que poca cosa pudieron hacer más que enfrentarse a las tropas confederadas en un último combate. Las potencias garantes de la Convención de 1852 no intervinieron en este conflicto, debido, básicamente, a que Gran Bretaña no disponía de un cuerpo expedicionario capaz de actuar de una manera rápida muy eficaz.
Los vencedores de este conflicto, Austria y Prusia no entregaron los ducados al duque de Augusgtenborg, sino que se repartieron los despojos mediante la Convención de Gastein, que fue negociada por el canciller prusiano el príncipe Bismark y el conde danés Blome. A consecuencia de dichos pactos, Prusia se anexionaba Sajonia-Lavenburg, Kiel y pasaba a administrar Schleswig, con lo cual se aseguraba un acceso directo al mar del Norte, mientras que Austria se encargaría de administrar Holstein, un territorio con el que no tenía nada que hacer ni nada que ganar y que tan sólo podría proporcionarle quebraderos de cabeza. Con esta guerra y el acuerdo final, el Ministro de Asuntos Exteriores del Imperio de Austria había caído de lleno en la trampa diabólica que le había tendido el astuto Bismark.
A consecuencia de estos acontecimientos, Austria se había desatendido de la Confederación Germánica y ahora se encontraba frente a frente con el, cada vez más poderoso, reino de Prusia. Austria había abrigado, aunque sólo fuera por un instante, la esperanza de cambiar el ducado de Holstein por Silesia, pérdida en tiempos de María Teresa y que había sido un territorio histórico de Austria; como era de esperar, Bismarck se burlo de esa vieja ilusión de la débil diplomacia austríaca. En adelante, Austria se vería arrastrada a lo inevitable: o acceder a la igualdad con Prusia en el seno de la Confederación Germánica, o declarar la guerra.
Tras la guerra de los ducados las demás potencias empezaron a adivinar las intenciones prusianas e incluso, lord Clarendon, secretario del Foreign Office, en el año 1864, confeso a Beust, que era el Primer Ministro de Sajonia en ese momento, que "Bismarck es un aventurero que no teme ni rey ni roque, y Rechberg es su esclavo"; lord Clarendon volvió a manifestar esta opinión, aunque de un modo más diplomático, al embajador de Austria, al que le comentó que lamentaba "ver a una potencia como Austria abdicar de su papel de gran potencia y de su independencia para convertirse en el juguete y en el instrumento de los planes ambiciosos de su rival".
El emperador Francisco José I de Austria permaneció fiel, a pesar de todo, a la estrategia defendida por Rechberg. A comienzos del año 1866, el emperador no ocultaba su optimismo respecto de las relaciones con Berlín, en el mismo instante en que Bismarck desvelaba su plan de reorganización de la Confederación, de la que Austria quedaría, llana y simplemente, excluida, al defender la idea de un parlamento elegido por sufragio universal. Pero la mecha que prendió la llama en todo este polvorín fue una querella sobre la administración de los ducados que fue llevada delante de la Confederación, ya que ello brindo la oportunidad y la coartada a Bismarck para que Prusia hiciera llegar una nota conminatoria a Rechberg el 26 de enero de 1866.
Arriba podemos ver un mapa de Dinamarca y, al sur , los ducados de Scheswig y Holstein.
Abajo del artículo, podemos ver la obra "Capricho imperial", de Mila F., de su colección de Bodegones.
10 comentaris:
Muy bien los detalles cronológicos y la exposición sencilla pero contundente de los hecos y la astuta trampa de Bismark. Es correcta la fecha de 1964 ? creo recordar que el tal Lord Clarendon fue ministro de la reina Victoria I de Inglaterra
Gracias Eliot, ha sido un error de escritura.
Quiero felicitarte! este blog ante todo es un trabajo de divulgación fenomenal de la dinastía que tanto admiro!
Saludos de Ezequiel, desde Morón, Buenos Aires, Argentina.
Te leo y te sigo con absoluta admiración ;)
Este blog se tendría que anexionar al apartado de historia de buxaweb.
Tomás
El texto fantastico...........
EL BODEGON ESTRAORDINARIO..........
FELICITACIONES A LA AUTORA....!!!!
nen la intromisión esta es una comprobación de contraseña
Saludos cordiales
Me gusta saber...
Con tu blog se hace vicio de más...
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