divendres, 22 d’abril del 2011

PRUSIA, EN LOS CONFINES DEL SACRO IMPERIO

Federico I, primer rey de Prusia

En las épocas del resurgimiento de Rusia, un nuevo estado se estaba formando en los confines del Sacro Imperio: Brandemburgo-Prusia. El principe elector Federico Guillermo (1640-1688) abonó el terreno, siguiendo el modelo francés, al modernizar la administración, crear un ejército permanete y dando una orientación mercantilista a la política económica. Su hijo, Federico II, logrará del emperador del Sacro Imperio la dignidad real y en 1701 es coronado rey de Prusia con el nombre de Federico I (seguirá siendo principe elector de Brandemburgo y, ahora, rey de Prusia, al estar este territorio fuera de los limites del imperio, ya que dentro del mismo sólo puede haber una dignidad real: el emperador).
A pesar de la nueva dignidad para Prusia, este sigue siendo un país atrasado, igual que Rusia, en el que los campesinos eran propiedad de los grandes señores sometidos a las continuas vejaciones de los arrogantes terratenientes. Por esta misma razón, igual que en Rusia, la modernización se introduce por la vía de la militarización. Con la única diferencia de que en la Prusia protestante la obediencia ciega era idealizada como cumplimiento del deber y se la consideraba un mérito.
Así, el padre de la patria prusiana, Federico Guillermo I, fue un modernizador tan brutal como su homolólgo Pedro el Grande de Rusia; a Federico se la llamó "Rey Sargento". Así el rey prusiano era una combinación entre un maestro y un soldado con su eterno compañero: su bastón, con el cual golpeaba a todo aquel que le disgustaba; un bastón que era, a la vez, símbolo de las dos instituciones sobre las que construyó la grandeza de Prusia: la escuela y el ejército. En 1722, antes que ningún otro país, Prusia implantó la enseñanza obligatoria, que exigía a cada comunidad tener y mantener su propia escuela. Una generación después, Prusia había superado al resto de países europeos en materia de enseñanza general.
Pero la auténtica procupación del rey era la formación del ejército, por lo que dos tercios del presupuesto estatal se dedicaron a tal fin. Los nobles fueron obligados a seguir una carrera militar y a someterse a una despiadada instrucción. Gracias a ella, la caballería, la artillería y la infantería adquirieron una capacidad de acción que ningún otro país podía igualar. Por otra parte, el rey sentía debilidad por los tipos altos, que coleccionaba (igual que Pedro el grande cleccionaba enanos); el resto de sus necesidades las satisfacía divirtiéndose en la sal de fumaodres, donde gastaba grandes bromas, como cuando ató un filósofo a la espalda de un oso. En una palabra: era un perfecto bromista, al que su hojo no se parecerá en nada.
Así aparece en escena Federico II, llamado "el Grande". El simple hecho de haberse opuesto al militarismo de su padre lo convierte ya en una figura importante. Para aquél, el ideal educativo era un tipo de soberano que combinara las vitudes de un comisario pedante y parco en palabras con la sensibilidad de unas botas militares; pero le salió un hijo que amaba las artes y la literatura, se rizaba los cabellos, hablaba francés en vez del basto alemán propio de un soldado, bromeaba sobre la religión, mantenía extrañas relaciones de amistad con el capitán Katte y el subteniente Keith y tocaba la flauta. Su padre veia en él a una persona demasiada blanda para gobernar Prusia. Cuando una vez pilló al futuro Federico II leyendo poesías en secreto, le dio con la muleta, y en otra ocasión intentó estrangularlo con el cordón de la cortina. Federico se disponía a fugarse a Inglaterra con su amigo Katte, pero los pescaron. El rey ordenó hacerles un juicio sumarísimo y condenarlos a muerte -en eso también se parecía a Pedro el Grande-. Si el rey perdonó la vida a su hijo fue por consideración a los otros principes europeos; a cambio Federico tuvo que presenciar la ejecución de su amigo Katte y después fue encarcelado. Cuando el padre consideró que su hijo ya se había curtido lo suficiente, le hizo estudiar economía y administración de Prusia y le asestó un nuevo golpe casándolo con Isabel Cristina de Brunswick. El príncipe heredero se atrincheró en Rheinsberg y comenzó su correspondencia con Voltaire, que se prolongó durante más de cuarenta años. Se hizo francmasón, alabó las excelencias de la Constitución inglesa y escribio el "Antimaquiavelo". En 1740, cuando relevó a su padre, el mundo pudo saludar a un filósofo en el trono real: la ilustración había arraigado en el corazón del príncipe.
Federico II, rey de Prusia y principe elector de Brandemburgo

El primer día de su reinado suprimió la tortura; a continuación declaró la libertad de culto y de prensa, y colocó a un librepensador al frente de la "Academia de las Ciencias" de Berlín, a la que convirtió en una de las mejores academias de Europa. Pero después decepcionó al mundo iniciando una guerra por una nadería y arrebatando Silisia a la amable María Teresa de Austria. La emperatriz se negó firmemente a reconocer esta conquista, por lo que dispuso una alianza con Rusia y Francia. Adelantándose a ella, Federico da incio en 1756 a la guerra de los Siete Años. Por vez primera, el mundo comprobó asombrado que detrás de los bosques de la Marca de Brandemburgo había ido creciando algo nuevo: Prusia, un ejército con un Estado como simple apéndice. A las órdenes del joven general Federico y mantenido únicamente por el dinero que llegaba de Inglaterra, este ejército se dirigió contra los ejércitos de las tres grandes potencias aliadas, a los que logró poner en jaque tras gloriosas victorias y aplastantes derrotas. Ciertamente, Federico hablaba francés, pero hizo que todo su pueblo, que ya se había acostumbrado a la impotencia del Imperio, sintiera que por fin había alguien capaz de mostrar a los demás quiénes eran los alemanes. Federic acabó quedándose con Silesia, y la provincia, que era medio protestante, se hizo prusiana. Gracias a los nuevos recuros y a la superioridad de su ejército, Prusia se convirtió en una gran potencia. La más pequeña de todas ellas, ciertamente, pero una gran potencia en el seno de lo que entonces se llamaba el concierto de los poderes europeos: Francia, Inglaterra, Austria, Rusia y Prusia. Y aguantando como lo hizo en la guerra de los Siete Años, Federico ayudó a Inglaterra, su aliada, a vencer a Francia en la guerra que ambos países mantuvieron por el dominio de las colonias de ultramar.

Voltaire en la corte real prusiana, en el palacio de Sans Souci